El actor devenido en director, Brady Corbet (“The Childhood of a Leader”), nos trae esta atípica e interesante propuesta que busca inmiscuirse tras bambalinas para mostrar los pormenores del mundo del pop. Esta película retrata de manera episódica cómo una niña atravesada por una tragedia escolar del tipo Columbine encuentra en la música su refugio. El tema es que un productor musical (Jude Law) decide aprovechar el revuelo mediático para convertirla en artista. El problema es que como toda artista precoz se ve obligada a crecer de golpe haciendo que todo esto tenga grandes repercusiones en su futuro.
El guion escrito por el mismo Corbet erige el ascenso y caída de una personalidad pública evitando todo tipo de lugares comunes y metiéndose de lleno en la psiquis de la protagonista. Un personaje audaz y psicológicamente bien definido que le da dimensión al film por medio de sus decisiones y sus actitudes. Para ello fue necesario contar con dos intérpretes maravillosas que supieron dotar al personaje de un carácter fuerte y determinado, Raffey Cassidy componiendo a la Celeste de adolescente, y Natalie Portman como su versión adulta. Así vemos cómo la dulce niña que sobrevive a una matanza y es descubierta por una empresa discográfica que la termina convirtiendo en una cantante drogadicta, narcisista y soberbia que ningunea a su hermana la cual ayudó a atravesar por ese período fatídico, a componer las canciones que la hicieron famosa y a cuidar a su hija (Raffey Cassidy nuevamente) la cual tuvo de joven y con la que mantiene una relación complicada y casi de ausencia maternal.
La atmósfera opresiva que construye el director junto con la composición de Portman nos recuerda un poco a “Black Swan” (2010) de Aronofsky aunque aquí la cuestión transita por un costado más al estilo crónica realista sobre la escena musical y menos por el lado del thriller psicológico. Asimismo, la fotografía de Lol Crawley ayuda a crear también ese contexto asfixiante y angustioso que aporta ciertos recursos narrativos bastante atractivos como por ejemplo cámara rápida, planos secuencia y largos travellings de acompañamiento donde nos quieren mostrar la intimidad y el frenesí que rodea a estas personas obligadas por contrato a cumplir con ciertos eventos.
Por otro lado, en lo relativo a lo musical tenemos a Sia encargándose de las canciones originales del film, siendo un poco irónico el hecho de que se denuncie las exigencias y las miserias del mundo del pop y se llame a una de los exponentes actuales más grandes del momento para componer la banda sonora.
“Vox Lux” es un relato presentado a modo de cuento (y narrado por la extraordinaria y funcional voz de Willem Dafoe) sobre el precio de la fama a una edad temprana y las exigencias que presenta la industria del entretenimiento. Un film interesante que evita las convenciones de este tipo de historias y que nos mantiene en vilo hasta su conclusión anti climática y necesaria.