Hermanos perdidos
El relato de aventura siempre despierta cualquier tipo de interés si el mismo trae algo de absurdo. Más si todo comienza por el problema del lenguaje; es decir cuando los personajes principales son extranjeros que llegan a un lugar ajeno donde lo más difícil resulta ser el idioma. Justamente de eso habla Voyage Voyage (2010) película dirigida por el joven director francés Edouard Deluc que ha sido filmada íntegramente Argentina y que se cierne, más que nada, sobre la aventura cómica, dándole pequeñas dosis de drama, suspenso y de road movie, pero sin obviar que el humor es la herramienta que dará agilidad a un relato que solo parece interesarse en los dos personajes principales.
Marcus (Philippe Rebbot) y Antoine (Nicolas Duvauchelle) son dos hermanos franceses que, sin hablar muy bien español, llegan a la Argentina, precisamente a Buenos Aires, pero con el fin de viajar a Mendoza pues están invitados a la boda de su primo. A partir de ahí todos se vuelve una odisea ya que no conocen mucho del lugar donde se encuentran y, aun peor, Antoine llega a Buenos Aires devastado ya que su mujer lo abandonó antes de viajar. Marcus, quien al mismo tiempo esconde un secreto sobre su estado de salud, hará que el viaje sirva para reanimar a su hermano.
El guion se vuelve atractivo en cuanto a las peripecias que tienen que atravesar ambos hermanos ya que sobre ellos recae todo el peso dramático. El viaje sirve para poner énfasis en todo aquello que encierra su relación, como problemas de dinero, competencias, peleas y sobre todo, secretos. En ese aspecto la película tiene cierta originalidad al poner una pareja de hermanos varones y así dicho viaje les sirve para relacionarse mejor el uno con el otro.
Hay dos puntos a tener en cuenta. En primer lugar, es interesante como se deja un poco de lado lo que aqueja a cada uno de los hermanos y se adentran en la aventura, y de cómo se ven el uno al otro. Marcus ve a Antoine como un joven apuesto que tiene mucho por delante mientras que Antoine ve a Marcus como un poeta viejo y en capa caída. Lo cual quiere decir que los hermanos comienzan a mirarse tal vez como nunca antes lo habían hecho. Y esa mirada se enriquece al estar acompañados por el simpático recepcionista (Gustavo Kamenetzky) del hostal en Buenos Aires y la hija (Paloma Contreras) de un hacendado que les da hospedaje en la ruta. Ese pequeño grupo comienza a vivir los propios problemas de grupo y en ello la película gana muchísimo.
En segundo lugar, hay un constante aire de ligereza en el retrato documental y divertido sobre cada lugar al que llegan, pero nunca logra adentrarse del todo en nada, pues su interés está en la cotidianidad y lo risible. Aunque en reiteradas ocasiones, y de forma inevitable, necesita de sucesos de tensión y entonces ahí emerge un ambiente de predictibilidad con los problemas que reaparecen, sobre todo el de Marcus y su enfermedad secreta.
Se puede concluir que la película quiere hablar de la aventura pero parece moverse entre los dos puntos mencionados y todo tiende a ser muy medido, más allá de que los hermanos dan la sensación de encontrarse perdidos. Pero nunca están en verdaderos problemas salvo hacia el final. Los hechos trágicos son resueltos con pasos de comedia, mostrando que el camino a sobrevivir en lugar de ser dramático es solo un terreno accidentado. Sin embargo, Voyage Voyage no deja de ser un producto agradable, sobretodo porque su interés principal está en el humor, en la amistad, y en lo absurdo que resulta cuando dos extranjeros enfrentan su atractiva lengua francesa a la cultura argentina.