La historia cuenta que, en 1929, Antoine de Saint-Exupéry, entonces piloto comercial y director de la empresa Aeroposta Argentina, realizó un aterrizaje de emergencia cerca de Concordia, Entre Ríos. Ahí se encontró, en medio del paisaje rural, con las jóvenes hermanas Suzanne y Edda Fuchs, quienes no solo hablaban francés sino que además vivían con su familia en una mansión, el Castillo San Carlos. Saint-Exupéry se hospedó en la casona y compartió unas semanas con las chicas, a quienes apodó las “princesitas argentinas”. Unos años después, narró sus experiencias en un relato llamado, sugestivamente, “Oasis”. Ya iniciada la Segunda Guerra Mundial, quiso llevar su periplo al cine, de la mano de Jean Renoir, entonces exiliado en Estados Unidos. Hasta le envió al director varios audios con sugerencias para el guión, entre ellas, la invención de un romance entre su alter ego y la más grande de las hermanas, Suzanne, que tenía 16 años durante la estadía en Concordia del futuro autor de El Principito.
Nicolás Herzog, oriundo de la localidad entrerriana, aprovecha diversos materiales visuales y sonoros para componer Vuelo Nocturno (2016), un documental o docu-ficción sobre el pequeño paraíso que Saint-Exupéry encontró en Entre Ríos y su relación -no del todo clara, pero aparentemente solo amistosa- con las “princesitas”. Están los audios del autor francés, los que grabó para Renoir, incorporados como voz en off. Hay, también, fotos sacadas por Saint-Exupéry, que no era ningún improvisado con una cámara en mano. Y, además, hallazgos interesantísimos, como fragmentos de otro documental, francés y de los años 60, en el que Edda, ya grande, recuerda sus días con el famoso piloto y escritor. Después, algunas dramatizaciones: imágenes de un desconocido mediometraje argentino, una adaptación de “Oasis” de 1994; y filmaciones más recientes, del mismo Herzog, rodadas en super-8, que aparentan ser home movies de las hermanas Fuchs. Es un cambalache audiovisual, en el que no faltan, sin embargo, las típicas entrevistas y cabezas parlantes que podemos encontrar en documentales más tradicionales.
Los mitos se construyen así, a través de relatos, habladurías, suposiciones, documentos primarios y secundarios, ficciones y notas periodísticas. Herzog, en vez de adoptar el rol de juez y determinar qué es válido y qué no, decide incorporar todo lo que encuentra, porque hasta un mediometraje concordense sirve para reconstruir lo que ocurrió -o lo que se cree que ocurrió- en el Castillo San Carlos. Y es que Vuelo Nocturno no se enfoca sólo en Saint-Exupéry sino también en la comunidad de Concordia y en cómo el mito del autor francés y sus princesitas argentinas se volvió parte de la identidad local; un cuento que se repite en libros, películas y puestas teatrales en las ruinas de la casona. Al documental de Herzog le falta, quizás, media hora más para profundizar la investigación. Sus 60 minutos son muy breves teniendo en cuenta la amplitud del tema. Pero, en todo caso, se podría decir que Herzog quiere impulsarnos a emprender nuestras propias búsquedas. No está mal que un film nos deje con ganas de más. Peor es lo contrario, la falta de interés.