Fabricando nenas, monstruos y muñecas
El cine sugerente de Lucía Puenzo va tras los pasos de Mengele, un monstruo que andaba en los 60 por la Patagonia buscando con sus inventos genéticos alcanzar el superhombre. Un matrimonio (Diego Peretti, cada vez mejor actor y la siempre exacta Natalia Oreiro) con sus tres hijos, viaja hacia Bariloche para reabrir una hostería. Y se une al viaje un profesional alemán de mirada inquietante. En esa comunidad los nazis tiene un verdadero refugio: escuela, hospital, amigos. Pero la verdadera protagonista es Lilith, hija de ese joven matrimonio, una adolescente con trastornos de crecimiento que se acerca peligrosamente a ese extranjero que promete ayudarla a crecer. Puenzo se sirve de un suceso histórico para reflexionar sobre sus temas de siempre: la niñez abusada, el registro de una realidad ambigua, la presencia de una crueldad callada pero inminente, el desfile de seres incómodos que no se dan por vencidos. Pero, como en otros filmes de Puenzo, la historia se dispersa, pierde fuerza, aparece algún subrayado innecesario (Mengele experimenta con la infancia y Peretti fabrica muñecas) y los subtemas (la relación del madre con el pasado y de la nena con su peligrosa curiosidad) son tratados muy por arriba. Más allá de esos lunares, el filme reconstruye bien la época y sabe retratar esos personajes de Puenzo que chocan contra una realidad que acecha una paz hogareña siempre tensa y comprometida. Es un film sugerente y cuidado, pero promete más de lo que logra.