Gekko is back
Cuando se estrena la segunda parte de un clásico uno se preocupa. Cuando se estrena la segunda parte de una película que a uno le gustó mucho, uno tiembla. Ambas cosas suceden con Wall Street: El dinero nunca duerme (Wall Street: Money Never Sleeps, 2010), ahora utilizando la crisis financiera de EEUU del 2008 de contexto y Gordon Gekko (Michael Douglas) tratando de adaptarse a los nuevos tiempos.
Año 2000, Gordon Grekko sale de prisión luego de cumplir una extensa condena y nadie aguarda por él afuera. Ocho años después, y enemistado con su hija que no quiere verlo, tratará de engatusar al novio de ella, un joven corredor de bolsa, para reinsertarse en el mundo de los negocios.
Wall Street: El dinero nunca duerme trae de nuevo al personaje de Gekko y el mundo del capitalismo salvaje a la pantalla, esta vez, para explicar no los códigos del sistema como en la primera parte, sino para fundamentar los motivos de la crisis financiera que vivió los EEUU con el colapso de la bolsa al final del Gobierno de Bush.
Para hacerlo, nos trae a una gama de personajes funestos, con Josh Brolin a la cabeza y un correcto Frank Langella, conformando una “mesa redonda” en la cual los dueños de los bancos –corporaciones- deciden los pasos a seguir en un extraño cuarto de reuniones.
En este aspecto, el film mantiene el peso que supo hacer un clásico de Wall Street (1987), grandes y memorables frases que resuenan en el oído del espectador acerca del sádico juego de las finanzas. Pero como aquella primera película, no deja de tratarlo como un juego, quitándoles culpas a los jugadores.
Así es que Oliver Stone, aprovecha para hacer MEA culpa en nombre de los EEUU de América, aceptando el error cometido en el default pero salvando a sus progenitores de mala intencionalidad al respecto. Sus escenas finales parecen decirnos nos equivocamos porque somos humanos y todo sigue su curso.
A favor, la originalidad para “adaptar” una historia ochentosa por donde se la mire al nuevo milenio. Desde el gigante celular que Gordon tenía en 1987 hasta la música reversionada sobre los títulos de crédito, pasando por un cameo de Charlie Sheen. Todo para convertir el mundo yuppie de la primera película en una familia disfuncional en la actual. Wall Street: El dinero nunca duerme sobrevive de esta manera al naufragio, pero la tormenta continúa.