El precio del poder
Hay una diferencia sustancial entre la primera parte de Wall Street y ésta segunda, que hasta podría sonar estúpida: el mundo ya no es el mismo. De aquel 1987 (año en que Oliver Stone estrenó la aventura financiera de Gordon Gekko) hasta aquí, han pasado básicamente un atentado terrorista y una crisis financiera, sin precedentes.
Pero hay algo que no ha cambiado: occidente sigue siendo dominado por el dinero (aquel que “nunca duerme“, tal como predica el subtítulo de esta secuela) y el capitalismo permanece como excusa para que sólo algunas cabezas decidan el destino de la mayoría.
Pero en esta idea que suena a folleto socialista se sienta la base de un título que dice mucho y a la vez no descubre nada. Stone vuelve a apostar por un elenco de gran jerarquía en el que se destaca la vuelta del enorme personaje que le dio a Michael Douglas un premio Oscar -el mencionado Gekko- pero en el que también merodean secundarios que hacen grande al film; Susan Sarandon, el gran Frank Langella, Josh Brolin, y hasta Eli Wallach; el reparto de Wall Street 2 es un verdadero aporte de estrellas que le ofrecen versatilidad a la pantalla.
El título nos muestra a Jacob (el oto protagonista del film, Shia LaBeouf) un joven con un futuro prometedor en la bolsa y pareja de la hija de Gekko. Con la salida de prisión de éste, su intento por reinsertarse en el mercado y el difícil desafío de la crisis bursátil, cada uno intentará hacer su jugada para sobrevivir en el competitivo mundo de las finanzas.
A pesar de un trabajo solvente, la aparición de LaBeouf no logra ocupar el espacio que Charlie Sheen dejó vacío luego de la primera parte. Si bien los personajes no tiene relación alguna, el papel de aprendiz dentro del mercado es de similar origen. Pero claro, en este momento, el protagonista de Transformers no podrá nunca con el carisma que el actor de Pelotón le imprimió a su Bud Fox.
Con una estética muy cuidada, la resurrección de Gekko bien podría ser pensada como la caída y el regreso de un Estados Unidos golpeado por la recesión. Lo sabemos, el director de JFK es una de las caras más “de izquierda” que Hollywood permite mostrar, sin embargo no resulta casual que la visión mitad reaccionaria, mitad cómplice (la película contó con un presupuesto de 70 millones de dólares) llegue en pleno reacomodamiento económico en el país del Tío Sam.
Si Michael Moore reflexiona sobre la situación financiera de EE.UU desde un lugar que no le permite exhibición en salas (su última película Capitalism: a love history se estrenó directamente en DVD en varios países incluyendo a la Argentina) Stone decide decorar su filosofía política con un gran elenco, un montaje vertiginoso y un guión sólido y entretenido; es decir, algunas piedras pesadas guardadas en un enorme y hermoso paquete con moño.
Porque no deja de haber al menos un sesgo de hipocresía en un film que ha alcanzado status de culto (el cual comparto) en una segunda parte que resulta definitivamente menos reaccionaria y hasta más liviana que aquella primera que bien merece el lugar que ocupa.
A pesar de ello, no pierde el atractivo para cualquier cinéfilo que haya disfrutado de la primera historia; tener la posibilidad de volver a ver a Gordon Gekko en pantalla grande y, deleitarse con un reivindicado Michael Douglas es todo un placer.
Por supuesto, y como es costumbre en una industria que tiene como prioridad llevar la mayor cantidad de gente a las salas, no es necesario haber visto la cinta original. Wall Street: el dinero nunca duerme, puede disfrutarse tranquilamente desde cero. Ahora sí, para aquellos que así decidan hacerlo, sepan que tienen una cuenta pendiente. Porque el film de 1987 es casi una película imprescindible.