EL TIEMPO ES DINERO
Veintitrés años después del estreno de Wall Street, el director Oliver Stone y el actor Michael Douglas vuelven a reunirse para una reflexión acerca del universo de las finanzas y los dilemas morales en el mundo contemporáneo.
Oliver Stone realizó en 1986 el film Salvador, revulsiva mirada sobre la intervención norteamericana en el extranjero, y entró en el mapa del cine como un cineasta polémico. Pelotón, su siguiente film, fue también de 1986 y se convertiría en un clásico del cine contemporáneo. Pelotón le permitió ganar a Stone el Oscar a mejor director, a la vez que el film ganó el premio al mejor film del año. Su mirada sincera, honesta y cruda sobre Viet-Nam lo convirtió en el cineasta del momento. Por su parte, Michael Douglas, había cobrado fama en los ‘70 por protagonizar la serie “Las calles de San Francisco”, junto a Kart Malden y tenía en su haber un Oscar por haber producido el film ganador del premio de la Academia Atrapado sin salida. Cuando Oliver Stone y Michael Douglas se unieron para realizar Wall Street, el director estaba en el punto más alto de su carrera y el actor aun no encontraba su identidad actoral. Para Oliver Stone, la película significaría la confirmación de su rol de cineasta crítico de la sociedad americana, para Michael Douglas sería el comienzo del esplendor de su carrera y la obtención de un Oscar al mejor actor. Ese mismo año Douglas haría Atracción fatal transformándose en un villano atractivo o un anti héroe que mostraba el lado oscuro del hombre contemporáneo. Sus personajes tenían algo poco usual en una estrella: vicios. Sexo, dinero, poder, todos corrían por el lado oscuro del sueño americano. Y aunque siguió haciendo personajes nobles, su celebridad la obtuvo por los films más ambiguos, a los que se les sumó más tarde Bajos instintos.
Con la debacle del 2008 aun cercana se dio el momento ideal para que actor y director retomaran esta historia. Ya le decía Gekko a su protegido en aquel film: “el dinero nunca duerme”. Con esa idea, la nueva película se centra también en otro joven que busca ascender, aunque esta vez la cuestión se complica porque el ambicioso muchacho es el prometido de la hija de Gekko, quien a su vez no quiere tener vínculo alguno con su propio padre. Con esta premisa se delata algo: mientras que el cuento moral del primer film vuelve a repetirse (el muchachito aquí también disfruta la velocidad de las motos e, incluso, la agente inmobiliaria es interpretada por la misma actriz, entre otras varias semejanzas y conexiones), en esta historia asoma algo completamente nuevo. Gekko ha pasado varios años en la cárcel y otros tantos alejado de su hija. Y aunque sigue teniendo pasión por el dinero, comienza a darse cuenta del gigantesco valor del tiempo. Aquella estética visualmente moderna que el film intentaba plasmar para mostrar el vértigo tecnológico y la velocidad del mundo bursátil, aquí se potencia y multiplica, generando un despliegue que es un entretenimiento en sí mismo. También se repiten esos personajes mayores que representan el pasado, tanto los miserables como aquellos que mantienen la reserva moral en el mundo de la bolsa. Finalmente, hay que decir que otra novedad es el idealismo alrededor de la ecología, algo que también es propio de los tiempos que corren y que permite generar el conflicto en el protagonista más allá del tema familiar. El hecho de que Wall Street fuera éxito en su momento puede llevar a idealizar un poco aquel film, que en el fondo se parece bastante a esta segunda parte y cuyas limitaciones se parecen en muchos aspectos a las que podemos encontrar aquí. Aunque Stone se permite deslizar algunas ironías ácidas, también deja entrever su propia angustia frente al paso del tiempo. Finalmente Stone consigue mostrar cómo no importa cuanto tiempo pase, las cosas no cambian en el mundo capitalista, aunque haya siempre nuevos idealismos y nuevas utopías. Por otro lado, el actor y el director están realmente preocupados por el paso del tiempo y la edad. No es forzado entonces que Wall Street: el dinero nunca duerme encuentre que el tiempo es el valor más importante de todos. No se trata exclusivamente de un cuento moral, sino de algo que piensan el director y el actor de la película.