"Warcraft" no sólo es la digna adaptación de una franquicia de videojuegos que se necesitaba. Es fantasía medieval pura construida excelentemente, algo que al medio cinematográfico se le estaba escapando hace tiempo.
Los videojuegos son un terreno difícil para las películas. Más allá de la inseguridad económica que genera el encarar estas adaptaciones, siempre se han dividido entre ser lo más fiel posible al material original o utilizarlo como excusa para narrar una historia distinta. Warcraft viene a cambiar esto, encontrando un equilibrio sin igual de la mano de Duncan Jones, director de Moon y Source Code, acompañado de Travis Fimmel, Tobby Kebbel, Paula Patton, Dominic Cooper, Ben Foster y Ben Schnetzer.
La historia narra los eventos que originaron la guerra entre Orcos y Humanos en la tierra de Azeroth. Los primeros, salvajes clanes de guerreros despiadados, escapan de su mundo natal Draenor, una estepa desolada por la mano de su líder, el hechicero Gul´Dan; su objetivo de encontrar un nuevo mundo donde habitar. Los Humanos deberán descubrir los secretos que esconde la oscura magia del brujo orco y encontrar la manera de salvar los reinos de Azeroth.
El conflicto de la película no sirve como su motor principal de avance, todo se profundiza gracias al excelente desarrollo de personajes. He aquí la principal fortaleza del film: el equilibro que se genera gracias a los individuos de cada bando. Aunque la película carezca de un protagonista central, la trama se divide entre dos grandes exponentes de ambas razas: por un lado, Durotar (Tobby Kebbel), jefe del clan orco Frostwolf, quien se ve inmerso en la disyuntiva de traicionar a su raza o condenar nuevamente a otro mundo con su destrucción; luego está Anduin Lothar (Travis Fimmel), comandante de las fuerzas militares humanas que tratará de defender su tierra natal y a sus seres queridos a toda costa.
La travesía que realizan estos dos personajes se ven reforzadas por el gran reparto secundario que completa al largometraje. Ninguno de los mismos se ven forzados en la trama ni sobreexpuestos, todos tienen un papel que cumplir y lo hacen de manera correcta y funcional. Aunque mucho de esto no tiene que ver con las interpretaciones de los actores, las cuales no son malas pero dejan sabor a poco. Por eso, el fuerte del film se encuentra en la historia que cada uno de ellos cuenta y cómo funciona en el todo.
Las caracterizaciones que sí valen la pena mencionar son las de los personajes generados por computadora. Aunque muchos de los Orcos sean animados, en algunos se utilizaron actores reales como base para traducir en la pantalla grande sus movimientos y expresiones. Es impresionante la humanidad y profundidad, así como también el salvajismo y brutalidad que se puede demostrar en los rostros, miradas y gestos de cada uno ellos, llegando al nivel de superar las interpretaciones de las personas reales.
Con respecto a los efectos especiales, vale la pena aclarar que en ningún momento defraudan. Es cierto que en los primeros tráilers podía notarse un poco la falta de calidad en el CGI, pero el producto terminado resulta una fusión perfecta entre efectos prácticos y digitales. Traducir un mundo de videojuegos a la pantalla grande y que parezca no sólo creíble, sino poco exagerado y funcional, es una tarea titánica. Los diseños de personajes, armaduras, razas, edificaciones, la magia y sus colores, nada llega hasta el punto del ridículo o la falta de imaginación, todo parece creíble. Pero al mismo tiempo, cada uno de estos detalles refuerzan la idea de que este mundo es el mundo de Warcraft. Esto eleva muchísimo el desempeño de Duncan Jones a la hora de elegir los planos y narrar la historia que él ayudó a desarrollar, contentando con guiños a los fanáticos y nunca insultando la inteligencia del espectador.
Más que una adaptación, sin importar las actuaciones mediocres ni el alargamiento del guión, Warcraft es una película hecha y derecha digna de ser vista tanto por amantes del material original como por entusiastas del género fantástico.