El capitalismo financiero según Ferrara.
Si hablamos de cine ficcional netamente político, léase el que resiste a la tentación de volcar la balanza de lleno hacia el análisis de índole social, podemos afirmar que durante las últimas décadas ha desaparecido del panorama internacional. Salvo el campo de los documentales ultra independientes y los circuitos de exhibición de los márgenes, ya casi no quedan propuestas que se arrojen de inmediato en la arena de la argumentación pública y los asuntos gubernamentales, principalmente porque están en vías de extinción tanto los espectadores como la crítica intelectual de antaño. Sin dudas la irresponsabilidad ideológica y la estupidez se fueron expandiendo a la par de un conservadurismo en verdad lastimoso.
Es decir, teniendo en cuenta que resulta imposible un regreso al período de gloria que nos ha dado obras maestras del género como los trabajos de Gillo Pontecorvo, con La Batalla de Argelia (La Battaglia di Algeri, 1966), Queimada (1969) y Operación Ogro (1979) a la cabeza, por lo menos deberíamos pugnar por una vuelta al sensacionalismo de denuncia símil El Crimen de Cuenca (1980), el cual por cierto es mucho más valioso que la bazofia existencialista de la mayoría de los festivales clase A o el heroísmo berreta e individual que suele entronizar Hollywood. Hoy la errática Welcome to New York (2014) nos reenvía a esa dimensión de lucha comunal que se ubica por sobre el negocio más burdo del arte masivo.
Si bien la necesidad política anula todo planteo creativo porque la administración popular determina los pormenores del ámbito simbólico, ya que abarca la vida y muerte de un sinfín de personas, es innegable que la mejor etapa de Abel Ferrara pertenece al pasado y que actualmente tenemos que conformarnos con películas ciclotímicas a nivel narrativo pero a la vez valientes y muy sensatas en materia conceptual. Lejos de hitos como El Rey de Nueva York (King of New York, 1990) y Un Maldito Policía (Bad Lieutenant, 1992), aquí el realizador retrata el caso de Dominique Strauss-Kahn, el ex director del Fondo Monetario Internacional acusado de intentar violar a una empleada de un lujoso hotel norteamericano.
Desde su habitual visceralidad y dentro de los límites de ese cine de barricada basado en la improvisación, los dardos anímicos y la observación participante, Ferrara construye una epopeya contracultural que continúa la senda trazada por sus films recientes, orientada a la disección del capitalismo y sus rasgos más caníbales. El señor se las ingenia nuevamente para compensar los desniveles formales con una excelente dirección de actores (la labor de Gérard Depardieu y Jacqueline Bisset, como el imputado y su esposa, es descomunal) y un puñado de escenas prodigiosas (se destacan la de la prisión y la del arresto domiciliario). En suma, la ruina moral y la corrupción marcan el rostro de otro adalid execrable de la usura…