En Kelly Reichardt el arte prevalece sobre el entretenimiento
La cineasta Kelly Reichardt participó de la edición de BAFICI 2009 donde pudo verse su producción (incluidos sus cortometrajes). Ese festival es el adecuado contenedor de obras cinematográficas con el estilo “reichardtiano”.
Sus minimalistas realizaciones son fieles exponentes del cine Indie que se caracteriza, en la mayoría de las producciones, por los minuciosos trabajos actorales debidos, quizá, a la casi completa libertad de creación de la que gozan en este género los intérpretes.
Es lo que sucede en la obra que se comenta donde se ve un magnífico trabajo de Michelle Williams, una actriz que usa su expresión corporal en función exclusiva del personaje sin recurrir a ningún clisé y logra composiciones singulares.
Williams estuvo nominada como Mejor Actriz de Reparto por su participación en “Secreto en la montaña” (2005), y aquí demuestra que está preparada para disímiles desafíos interpretativos (se anuncia que interpretará a Marilyn Monroe en 2012).
Esta vez se mete en la piel de Wendy, una mujer que está llegando a las fronteras de la juventud y recién ha decidido “hacer algo”. Por lo tanto emprende un larguísimo viaje a través de los EE.UU. para llegar a Alaska en la temporada de manufactura pesquera y poder ganar el dinero que le permita “vivir”. Solamente se lleva a Lucy, su perra de raza mixta, y unos poquísimos dólares que se le irán rápidamente por los contratiempos a los que deberá hacer frente.
La historia está basada en un cuento de Jon Raymond, que también fuera autor del cuento base argumental de la anterior obra de Reichardt (“Ol Joy”, 2006).
Raymond ha escrito un “cuento corto” donde literariamente se plantean situaciones que llevan los sentimientos al límite y se deja al lector construir las historias previas y posteriores de los personajes. Eso está plasmado de forma evidente en esta realización, pero el espectador puede quedarse con la impresión de que no alcanzó el argumento para tanto metraje.
En esta historia suceden pocas cosas a lo largo de casi hora y media de proyección, y lo poco que pasa se ve tan habitualmente en la vida real que al espectador puede llegar a parecerle reiterativo a fuerza de ser lo único que ve en pantalla.
El pretendido cierre final (que no lo es del todo) es abrumadoramente previsible.
Si bien la mayoría de los diálogos y las situaciones tienen un contenido muy emotivo y ponen adecuadamente a esta realización dentro del marco del cine arte, pareciera que sólo están dirigidos a seguidores de ese género y no a todos los que concurran a la sala cinematográfica.
Por lo tanto, comentar está realización en “El rincón del cinéfilo” es susceptible de una doble calificación. Aunque este cronista es partidario de no poner ninguna.
Por un lado esta obra cinematográfica seguramente resultará buena para los cinéfilos del cine arte. Por el otro, a la sala también concurrirán espectadores que además de emocionarse buscarán entretenerse y esta vez no lo conseguirán.