Extraños en el Paraíso.
En pleno proceso de velada recuperación económica y en unos momentos en el que la ola del euroescepticismo continuaba creciendo hasta nuestro día presente, a raíz de la bomba estallada con el sí al Brexit, Valeska Grisebach triunfó en la sección Un certain regard del Festival de Cannes 2017 con este Western. El sencillo título no resulta nada arbitrario, puesto que Grisebach se nutre de estructuras y códigos del género homónimo, a partir de la llegada a un agreste pueblo búlgaro de un grupo de operarios alemanes para levantar e impulsar una central eléctrica.
Su llegada, al principio, resultará algo incómoda dado el choque de culturas y la altiva superioridad moral de los germánicos, pero con el paso del tiempo del tiempo establecerán relaciones interpersonales con los habitantes de la villa. Grisebach sigue el esquema westerninano de los forasteros que se asientan en un nuevo paraje, rural y algo tosco, tomando los aires crepusculares de las películas de Howard Hawks.
Los héroes son viejos y están cansados -más psicológicamente de la rutina que físicamente-, y no hay ninguna acción trepidante. Todo queda sujeto al lento paso del tiempo y a los pequeños hechos que se dan entre los personajes del pueblo. Prendada de un ritmo pausado, sin grandes acontecimientos (pero sin tedio), Grisebach muestra este microcosmos de un modo natural y sin artificios, cuya simplicidad guarda, en realidad, una intensa potencia narrativa, contenida, a la que no le hace falta explotar en violencia. Elegante como ella sola, Grisebach exprime sus recursos con solvencia, creando un clima tan envolvente al que no le hace falta dejarse llevar por golpes de efecto narrativos.
Western también concuerda con la occidentalización del mundo, intensificada por la globalización. Los alemanes, desde el oeste de Europa, llegan a los remotos lugares del este para imponer su saber hacer a los aldeanos. Como en la actual Unión Europea, Alemania dictamina las ordenes y los miembros, subordinados, obedecen. En esta denuncia, Grisebach aprovecha para señalar las diferencias socioeconómicas y culturales en el mundo. No entre algo tan expuesto como el Primer y el Tercer Mundo, sino dentro de una organización que aboga por la igualdad entre Estados como la Unión Europea.
El país más rico visita al más pobre de la asociación, pero además le intenta imponer sus reglas en su propia casa. Afortunadamente, Grisebach no es catastrofista y deja un halo de esperanza en la humanidad de sus personajes, quienes terminarán fomentando la convivencia y el respeto entre ellos, sin caer en sensiblerías tampoco. Porque quien salvará Europa serán sus ciudadanos, no su burocracia, instituciones ni despachos.
Una película cuyo argumento y dimensión le restan excepcionalidad cinematográfica, así como su desarrollo pierde fuerza en sus decisiones, pero igualmente una excelente película absolutamente recomendable y necesaria. Una obra de sutil pero densa riqueza social y cultural, y de inmensa sabiduría de géneros cinematográficos.