Viejo lobo solitario.
Western, como el género, es embriagadoramente masculina. Nos vemos más que hombres sudorosos, rudos y conflictuados, trabajando…tratando de sobrevivir. La trama sigue a Meinhard, un obrero alemán, que junto a su grupo de trabajo se trasladan a una zona rural de Bulgaria, para construir una central hidráulica.
Una vez instalados, las diferencias con los lugareños no tardarán en salir a la luz. La incomunicación por cuestiones netamentes idiomáticas, sumado el cierto aire de superioridad por parte de los alemanes, hará que los resquemores emerjan. Con excepción de Meinhard, un viejo lobo solitario (un ex combatiente) que de a poco irá ganando la confianza de los ruralistas.
Un hombre de pocas palabras, duro, que reclama afecto. Solo basta ver la relación que entabla con un caballo. Si, Meinhard es un cowboy con conflictos existenciales modernos, que en vez de batirse a duelo busca un lugar de pertenencia, para sentirse protegido y amado. Todo esto se resume en el revelador final, cuando el rígido cuerpo del obrero se comienza a mover al ritmo de una melodía folklórica búlgara.
Estamos ante una película de personaje, Meinhard respira y transita la historia con su caminar parco y su cigarro encendido. Un relato moroso, lento que da cuenta de los tiempos bucólicos y de la introspección del protagonista, al cual le es muy difícil manifestar sus emociones. Grisebach logra escrutar las relaciones humanas en un contexto determinado, explorando cuestiones como el machismo, los prejuicios y las diferencias culturales.