Hay películas cuyo ritmo sigue a los protagonistas, y otras -la mayoría de las producciones hollywoodenses- en que éstos deben subirse al tren de la narración, o quedarse abajo, o a mitad de camino.
Western, como su título lo indica, sería un western. Un western en tiempos actuales y en la frontera entre Bulgaria y Grecia, con protagonistas mayoritariamente alemanes.
¿Qué qué tiene de western? Casi todo. Un pueblito semiabandonado, un héroe casi a la fuerza, quien viene de afuera, bandidos, tragos, peleas cuerpo a cuerpo, un río, mujeres por las que disputarse su amor, alguna corrupción. Ah, y un caballo.
Unos obreros alemanes están allí, para canalizar un río. Y antes de que se patentara la palabra grieta, vaya si la hay en el filme de Valeska Grisebach (Sehnsucht). Los alemanes se creen dueños de todo (plantan bandera, alemana, literalmente, en la casilla donde habitan) y tienen una posición casi de superioridad, paternalista. Los búlgaros los ven como invasores.
En verdad, unos y otros están como abandonados a la buena de Dios. Los primeros, no tienen adónde ir ni nadie que los espere en su patria. Los pocos habitantes del pueblo búlgaro sobreviven como pueden.
No debe pasarse por alto que en un relato en el que los protagonistas son hombres, la mirada de una mujer los diseccione a la perfección. No es una cuestión de género, tampoco de clase. Los protagonistas son retratados casi con un foco documentalista -a no asustarse- y la película tiene también, para quién quiera verla, una lectura sociopolítica muy actual.
Que es, tal vez, lo que despertó tanta curiosidad y empatía en todos los festivales donde se presentó, desde la sección Un certain regard en el Festival de Cannes el año pasado.