"Quiero y puedo ser el mejor"
Dos actores en estado de gracia, un guión original con giros tan imprevisibles como oscuros y un ritmo frenético que alcanza la perfección en el desenlace del film es todo lo maravilloso que tiene para ofrecer “Whiplash: Música y obsesión”.
El segundo largometraje del realizador Damien Chazelle es una explosiva propuesta dramática que amenaza con detonar desde el primer minuto pero que, maquiavélicamente, prolonga el sufrimiento y aumenta el placer culposo a medida que avanza la trama. ¿Para qué? Para llegar a una media hora final de magnifica y apabullante tensión.
Siguiendo los pasos del joven estudiante de música Andrew (Miles Teller), “Whiplash” nos introduce en un espiral de locura, pasión y ambición por la música pocas veces visto en la pantalla grande. A través de la irrupción de Fletcher (J.K. Simmons), un profesor que desde su primera aparición en pantalla logra trasmitirnos temor y respeto, Andrew dará un giro drástico en su vida personal y profesional en pos de convertirse en el mejor baterista de la historia.
Chazelle puede parecer rebuscado y exagerado a la hora de plasmar los límites impensados que alcanzan sus personajes por culpa de su ambición. No obstante, a medida que avanza “Whiplash” la astucia del realizador queda en evidencia ya que las reglas de este perverso juego de superación y control entre maestro y alumno quedaron plasmadas desde el arranque del film con pequeños e interesantes detalles.
La falta de confianza de Andrew, la presión indirecta que recibe por parte de su familia y el desquicio exacerbado que marca a fuego la personalidad de Fletcher (la escena donde se quiebra frente a sus alumnos es clave) funcionan como el resorte emocional de ambos personajes para que estallen en una lucha perversa e intensa de ideologías contrapuestas frente a los desafíos de la vida. “Whiplash” va mucho más allá de la simple superación y la búsqueda de sueños y grafica la juventud arremetiendo contra la experiencia, los impulsos versus el coraje y la razón batallando heroicamente contra los sentimientos.
Pese a contar con todo esto, “Whiplash” no sería tan perfecta si no contará con el trabajo de los dos tremendos actores que la protagonizan, paseándose por la pantalla haciendo de las suyas de forma sublime y realista. El joven Miles Teller y el reconocido J.K. Simmons se lucen cada uno con su estilo en esta propuesta de altísimo vuelo que combina drama, suspenso y ciertos momentos de humor producto de situaciones fuera de lo común para el imaginario popular.
Una tormenta de fuertes emociones, acompañada de un apartado técnico donde todo lo sonoro juega un rol crucial, es lo que transforma a “Whiplash” en una película de enorme jerarquía para competir de forma limpia y honesta contra cualquier otra producción que quiera disputar el trono a lo mejor del año.
De cenicienta ya le queda muy poco; “Whiplash: Música y obsesión” demuestra con creces que, sin importar su formato, es una propuesta sin igual.