El debut cinematográfico del joven Damien Chazelle con Whiplash no pudo ser más auspicioso. Aclamado en el festival de Sundance donde se presentó por primera vez, logró pasar del formato de corto( inicialmente su duración era de 18 minutos) a largometraje manteniendo su vitalidad y fuerza narrativa. El film se centra en la historia de Andrew Neyman (Miles Teller) un joven baterista obsesionado con lograr la excelencia quien se cruza en este camino con el inexpugnable Terence Fletcher ( J.K Simmons ) un músico eximio con una relación conflicta e intensa con sus alumnos.
La interacción entre ambos es conflictiva y pasa de la amorosa tutela artística al abuso mas despiadado en cuestión de segundos logrando niveles de tensión en el relato que lograrán incomodar al espectador.
El universo de la obsesión es retratado de una forma como pocas veces hemos visto en el ámbito de films dedicados a la música donde en general se pone más enfasis en la inspiración como una bendición que se deposita en algunos privilegiados. Por el contrario Whiplash nos muestra el intensísimo trabajo que requiere el ser un brillante intérprete y eso también es parte de su cautivante influjo en el espectador. Andrew no es un iluminado, no es un exponente del pensamiento mágico que con solo sentarse en la batería logra ser el mejor. Es un hombre que se supera que no conoce obstaculos y por sobre todo que se reconoce fallido y falible.
El hecho que tanto el director como el intérprete hayan sido bateristas dotan de una fuerza a las imagenes que pocas veces se ha visto y que nos permite adentrarnos en un universo desconocidos para muchos.
Un mero ensayo con el maestro Fletcher puede sentirse como una batalla por la perfección donde un fuera de tiempo se convierte en una sentencia a muerte o una ridiculización masiva.
Sin lugar a dudas la contundencia y fuerza de este relato tiene mucho que ver con la magistral interpretaciónde J.K. Simmon quien compone a la perfección a este maltratador director de orquesta inspirado en el mismísimo Buddy Rich, que todo el tiempo coquetea con el abuso y el maltrato. El límite mismo de la violencia física es traspasado por este director de orquesta que no conoce otra opción que no sea la excelencia
Wiplash es una rareza en nuestra cartelera un film que no debe dejar de verse en el cine, para vivenciar en su plenitud la experiencia que nos propone desde lo sensorial y lo emotivo.Un bello e intenso relato sobre la obsesión, la excelencia e incluso sobre la esencia misma de aquellos seres que prefieren sacrificar su cotidianeidad en vistas a una eternidad artística. Si a estos elementos sumamos al jazz como un tercer personaje omnipresente la ecuación solo puede ser positiva.
Hank Levy y Duke Ellington musicalizan esta travesía de superación personal en la que pocas cosas cosas pueden salir mal si sabemos mantener el tiempo y vaya que Damien Chazelle sabe hacerlo.