Si se trata de empujar los límites, películas hay muchas. De superación personal, ni se diga. De juventud, de educación, de maestros y sus relaciones con alumnos... Es cierto que en el cine actual pareciera que ya no hay ideas nuevas, que si no se trata de adaptar el libro de moda, las historias originales no pueden tener éxito en hollywood. Pero de vez en cuando, hay joyas que nos sorprenden.
Andrew (Miles Teller) es un chico que vive solo. Su padre lo visita de vez en cuando y asisten a un cine, mientras el estudia en Schaffer, la mejor escuela de jazz de la ciudad. Acaba de entrar y desea convertirse en el baterista de la banda principal, pero para lograrlo, deberá convencer a Fletcher (J. K. Simmons), el más temido y respetado profesor del instituto. Y lograrlo no será cosa fácil.
Ganadora del festival de Sundance al premio de la audiencia (el máximo galardón del festival), este filme es sobresaliente de principio a fin. El ritmo no decae, el duelo actoral está presente desde el primer instante y es todo lo que necesitamos. Tanto Teller como Simmons se despedazan en pantalla mientras la relación alumno-maestro lleva la tensión al máximo y explora los límites de la psique y la resistencia humana.
¿Qué tan lejos estarían dispuestos a llegar por alcanzar sus sueños? Probablemente todos diríamos que hasta el final, pero realmente muy pocas personas soportan las presiones a las que se ven sometidos y abandonan a la primer derrota. Quizá esta filosofía elitista sea peligrosa en muchos
aspectos, pero aquí no estamos para detallar cada aspecto por debajo del guión. Acá solo resaltamos que es simple y efectivo, que el filme es simple y sencillamente brutal, desgastante y emocionante y que en un mundo en el que el oscar verdaderamente premiara a lo mejor del año, esta debería ser la ganadora.