– Empezó a cantar… ¿De dónde salió esa música? ¿Y el reflector? ¿Vieron el reflector?
– No lo estás imaginando. Sucede que cuando una princesa está inspirada, aparecen esas cosas. Tiene que estar frente a un lago, un río, un cántaro con agua…
– ¿Tiene que estar frente a agua?
– ¡Agua importante!.
(PD: con todas las marcas internacionales que el filme menciona, es alevosa la omisión a Netflix. Claro, como Disney Streaming va a ser la competencia…)
Ralph el Demoledor era una película deliciosa y emotiva; en cambio la secuela tiene menos de substancia y mas de parodia. La historia de Ralph Rompe Internet (o el espantoso título local WiFi Ralph) es sorprendente breve (Ralph y Vanellope deben ir a Internet y comprar en Ebay un volante para el viejo arcade Sugar Rush donde corre la chica, para ello deben ganar dinero y Vanellope termina enamorándose del mundo digital), y es solo una excusa para que los guionistas se despachen con una enorme y delirante parodia sobre Internet, ya sea concibiéndola como una metrópolis interminable (con algunas ideas tomadas de The Emoji Movie), explorando el lado oscuro como si fueran barrios bajos plagados de criminales, viendo al spam y los popups como estafadores callejeros, mostrando a la barra de búsqueda como un charlatán que quiere adivinar lo que quieres decir apenas escuchando la primera letra, exhibiendo los barrios abandonados de Internet como lugares donde yacen sitios y aplicaciones extintas como Geocities o Netscape, y ganando dinero mediante videos de gatitos u otras cosas adorables con miles de usuarios dejándole corazones. La creatividad es enorme y llega a un punto de volverse un delirio de meta ficción con los personajes visitando el sitio de Disney.com, siendo perseguidos por los guardias de seguridad (stormtroopers!), pleno de aplicaciones inútiles como “Pregúntele lo que quiera a Groot” (de Guardianes de la Galaxia; y todos sabemos qué es lo único que dice); y el delirante encuentro de Vanellope con las princesas Disney que es una de las mejores cosas de la película. La trama no es tan elaborada como los detalles y, al final, el filme termina por encontrar el sentimiento que estaba perdido entre tanta parodia y termina por emocionar sobre los minutos finales.
Si Ralph el Demoledor era una oda a la nostalgia de la cultura de los videojuegos de los años 80, Ralph Rompe Internet es una sátira sobre la cultura on line, imaginado como un mundo electrónico mucho mas rico que lo que intentaron hacer los autores de Tron Legacy. Los mensajeros electrónicos de Ebay, los trenes con emails, los lugares oscuros donde se pueden conseguir virus destructivos… la parodia da lugar al delirio sobre el final, especialmente cuando una masa enorme de clones de Ralph (parecida a la horda de zombies de Guerra Mundial Z) pone en peligro a la misma Internet y se convierte en un impresionante monstruo al estilo de King Kong, raptando a Vanellope y sentándose en la punta del edificio mas alto (que es el de Google!, vaya chupada de medias). Recién ahí el filme retoma un poco del sabor emocional del original, diciendo que la amistad no implica compartir sueños y que la distancia no diluye el amor de verdad. Si la amas, déjala libre. Pero es una nota incómoda, triste, aunque se trate del destino ideal para nuestros protagonistas.
En sí, el filme es muy gracioso y las perfomances son geniales. Es un chiste tras otro, sobre todo al momento de pisar Internet. Pero hay mas estilo que substancia y aunque los homenajes y las sorpresas tengan mucho de autobombo, el licuado resultante es un producto fascinante. ¿En qué otro filme podemos ver a Iron Man, los stormtroopers, un cameo digital de Stan Lee, y C-3PO hablando con las princesas Disney (que de hecho, son lo mejor del filme)?.
Como producto pasatista, Ralph Rompe Internet es mas que sólida pero la primera estaba escrita con mas corazón. Acá todo es pura diversión pero hay poco valor remanente, y de acá a unos años es posible que se vea desfasada por estar inundada de referencias pop de este momento… un detalle que le daba mayor perdurabilidad al filme original.