WIFI CON CONTRASEÑA SEGURA
Cada vez que se estrena una película cuyo espíritu es la cultura retro, aunque en definitiva intente el reensamblaje y conexión de la nostalgia con los nuevos tiempos y tecnologías, me pregunto cuándo nos cansaremos. La respuesta es simple porque eso sólo puede suceder si la película en cuestión es sólo buena o mediocre en su alcance. Si se piensa en productos como Stranger things, por ejemplo, se sabe que no es sólo el revival de situaciones, modas, música y peinados, sino la esencia de la historia, el desarrollo de los personajes, el misterio de sugerir algo que es mejor no revelar al completo porque ese mismo suspenso que nos atemorizaba en el pasado, sigue funcionando hoy, aunque hayamos intentado taparlo a puro gore de acción e imágenes vertiginosas.
Y con Wifi Ralph inequívocamente sucede eso, la historia es simple pero muy bien escrita, con una relación de amistad entre dos niños (personajes de videojuego en realidad) de una pureza infinita pero puesta en riesgo por su propia evolución individual, por la concreción de vocaciones y anhelos que son más que identificables para cualquiera en todos los aspectos de nuestra vida real.
Incluso la historia se da el lujo de no tener villanos terribles o monstruosos, de crear una polaridad que genere tensión, porque lo que sucede en esa “internet wifi” tan particular en medio de routers y cables, es tan desconocido pero familiar a la vez, tan vertiginoso, volátil y peligroso pero tentador, que para ellos, para Ralph (John C. Reilly) y Vanellope (Sarah Silverman), no deja de constituirse en un tobogán de emociones que los empuja a la aventura constante. Y nosotros disfrutamos mientras tanto, de la galería de referencias a las aplicaciones y sitios que más usamos en internet y sus comportamientos “bobóticos” y a los personajes de Disney que aparecen en cameos constantes que son tan efectivos publicitariamente, como divertidos en el recurso.
Pero retomando el sentido de la propuesta, Wifi Ralph es un divertido viaje en el que las despreocupaciones irresponsables de estos dos, se unen en una buena causa luego de que Ralph ponga en riesgo la continuidad de Vanellope en su propio juego. Un comedido que salió mal, y que en principio el grandote minimizó porque, en definitiva, ya se había acostumbrado a ser un desempleado, y esperaba que la pequeña también lo haga. Como no fue así, esa incursión en la novedad del Wifi les abre un mundo increíble en el que, desde ya, dejarán su sello.
Entre los secundarios destacados está la piloto experta Shank (una Gal Gadot digital que nada le puede envidiar a su inspiradora) cuyo entorno, en ese peligroso juego de carreras que seduce a Vanellope, es una pesadilla por demás de disfrutable, además de desatar el conflicto. Y la cotidianeidad por sí misma, de lo que puede suceder entre dos personas que se prodigan afecto cuando deben comenzar a ocultarse cosas y a guardar secretos para evitar herir susceptibilidades. Tan infantil y tan adulta es a la vez esta Wifi Ralph, que hasta debería agradecérsele esta mano que le puede dar a más de uno en cuanto a cómo manejar las relaciones dejando el egoísmo de lado.
Y no es autoayuda pero sí un tirón de orejas a la manera en la que estamos viviendo, que resulta difícil de objetar como lección, más allá de lo divertido que resulta aprenderla.