Una amistad a prueba de virus.
Seis años después de su primera parte, Ralph y Vanellope (John C. Reilly y Sarah Silverman) regresan a la pantalla grande, esta vez abandonando el mundo retro de los videojuegos de Arcade para explorar el infinito espacio de la Internet. Una secuela que en cada aspecto nuevo y en su construcción de historia, personajes y escenarios redobla la apuesta haciendo que cada uno de esos elementos de construcción sean superiores al de su film antecesor. Y así como esta secuela tiene todo para ser una gran historia, al igual que la Internet, cada aspecto bueno tiene su contracara oscura.
La excusa para que la dupla de personajes de videojuegos aborde este desconocido mundo es la de conseguir en eBay una nueva pieza de repuesto para Sugar Rush, el juego de carreras al que pertenece Vanellope, antes de que sea desconectado para siempre. Con ese punto de partida, y la mención a un reconocido sitio de subastas, la historia no tardará en convertirse en una catarata de divertidas referencias a la cultura popular virtual, algo que si bien nunca deja de ser divertido y de darle un constante ritmo entretenido al film, también es cierto que se nota la presencia de una desvergonzada autopublicidad corporativa de Disney que, de detenerse mucho la mirada en ello, corre el riesgo de incomodar al espectador —casi como si éste estuviese viendo a Mickey Mouse desnudándose de a poco frente a su propio público.
Esa ola publicitaria de la que hace uso el film, a veces de manera alevosa y otras más enfocada desde el humor referencial y paródico, traza una fina y peligrosa línea. Una que rompe la cuarta pared al ser una corporación que se regodea de su propio monopolio, resquebrajando en parte el lugar de la fantasía y la ficción de su historia. No obstante, la historia de Wifi Ralph sabe también permanecer enfocada en lo que quiere contar y sobre todo, en la relación de amistad de sus protagonistas. De esta manera, la comedia de aventuras planteada se ve ligada al corazón de sus personajes, a la importancia de los mismos como ejes centrales dentro de esa construcción imaginaria sobre cómo funciona el mundo de la Internet en términos de imaginarla como una vasta ciudad habitada por miles de usuarios e interfaces. En ese recorrido rodeado de gags y miles de referencias imposibles de captar en un solo visionado, lo que prevalece en primer plano es el humor y el cariño nacido de estos personajes.
Mientras que el primer film fallaba al no haber variedad de escenarios —o niveles de videojuegos mejor dicho— esta segunda parte no se limita en nada, depositando a Ralph y Vanellope juntos o separados en una gran cantidad de sitios webs existentes o inventados para la historia, cada uno funcionando para hacer avanzar la historia y para explorar lo que sucede con ambos protagonistas. Por un lado, Vanellope, no sabiendo bien quién es si no tiene la posibilidad de ser una corredora y por el otro, Ralph, descubriéndose como una estrella viralizada de Buzztube —cualquier similitud con Youtube es pura coincidencia. Cada uno de sus respectivos arcos se ven ligados en relación a su amistad y también se encuentran reflejados inteligentemente en los distintos aspectos de la sobrecargada interacción virtual. Es así como la irrupción de personajes nuevos o la visión de la metrópolis cibernética traduce a un terreno personificado muchos conceptos como el spam, aquí visto en forma de vendedores ambulantes, el buscador, representado como un sabio bibliotecario, o los rincones más oscuros de la web, como un peligroso barrio del mercado negro.
Es así que si bien cada nuevo lugar que se descubre o visita está marcado episódicamente, todo funciona de manera tal que nunca interfiera con el desarrollo de la historia. De esta manera, entretenimiento y narrativa se complementan con grandes secuencias como la vertiginosa persecución en el juego de carreras Slaughter Race, una suerte de GTA protagonizado por una badass conductora llamada Shank (Gal Gadot) o el hilarante encuentro de todas las princesas Disney. Es allí donde la mirada actual por parte de Vanellope, una princesa de los tiempos modernos, ayuda a deconstruir la conformación clásica de los estereotipos así como también Shank la ayuda a entenderse a sí misma y a su relación con Ralph el demoledor.
Por su lado, si Ralph en el primer film pasaba de ser una figura de villano para convertirse en el héroe que es, en esta secuela el rol de villano será ocupado nuevamente por él, pero esta vez de una manera más personal, en base a la interesante lectura que se realiza ante su comportamiento para con Vanellope y de cómo Ralph maneja sus inseguridades respecto a la amistad de ambos. Los conflictos internos del personaje en el mundo de la Internet alcanzan un alto nivel de riesgo para todos los personajes, haciendo que el asimilar su conflicto, luchar literalmente consigo mismo, signifique que la introspección sea la meta para poner a salvo a todos los que corren peligro. De esta manera, Wifi Ralph antepone el corazón y la humanidad de sus protagonistas y lo eleva a un nuevo nivel —no de videojuego— reforzando la importancia y el cariño por estos personajes. Con humor, con sentimiento, logrando ser más fuerte e importante que cualquier ventana emergente publicitaria que habite en el mundo recorrido por estos dos entrañables amigos.