Ralph rompió la Internet… ¿Probó reiniciando el router?
Después de seis años de espera, Rich Moore y Phil Johnston traen de regreso a la adorable Vannelope Von Schweetz (Sarah Silverman) y a su inseparable y grandulón amigo Ralph (John C. Reilly) para una aventura cibernética en la pantalla grande.
El argumento es sencillo y centrado en la búsqueda de cierto artefacto que llevará a estos dos aventureros a adentrarse en un terreno desconocido: el infinito y peligroso territorio de la web. Desde esta premisa básica, la preocupación central es la evolución psíquica del conflicto en los dos personajes principales. El viaje será una instancia de autodescubrimiento desde la cual todos los elementos simbólicos que surgen provocarán crisis existenciales y un despliegue de emociones contradictorias.
Por un lado Vannelope, cansada del éxito, puede resignificar los obstáculos y transformarlos en oportunidades. En ciertos momentos recuerda a una adolescente desafiante que busca salir de su zona de confort y trascender su vida rutinaria. En el otro extremo tenemos a Ralph, quien representa la voz del sentido común y la tradición. El grandulón es un conservador nato que necesita mantener el status quo del mundo que lo rodea como garantía de estabilidad emocional. Entonces la película establece esta dinámica entre amiga/amigo que, en muchas oportunidades, se convierte en hija/padre e incluso, de manera más soslayada, llega a delinear una relación con ciertos trazos de amor romántico.
“Esto te pudre la cabeza” es una de las primeras frases que Ralph le espeta a Vannelope cuando ella muestra su interés en el Slaughter Race, un juego de carreras vertiginoso y desafiante. La conversación expone todos los miedos que un padre tradicional puede manifestar cuando un hijo decide independizarse, estableciendo lo que él cree que la niña necesita (y no lo que la niña realmente necesita).
El film sobrevuela (con escasa profundidad) la cuestión de la paternidad/maternidad entendida desde la exposición de la más pura orfandad de los personajes: los chicos de Sugar Rush adoptados por Félix y Tamora, las princesas Disney y la misma Vannelope, que busca en Shank (Gal Galdot) no solo una amiga cool sino también una madre.
La tensión entre estos comportamientos superpuestos se construye en índice cuando Vannelope confunde un inflable de Donkey Kong con la figura de Ralph. Posteriormente esa significación Ralph-Gorila es confirmada cuando se recurre a una de las escenas más paradigmáticas del cine mundial: King Kong sobre el Empire State sosteniendo a su querida Ann. En ese sentido, no podemos dejar de pensar en todo el caudal pulsional que registra la obra, por lo que resulta al menos atendible que se elija esa imagen tan efectiva y tan fuerte a la hora de retratar la relación entre ambos personajes.
Finalmente, todo este pivoteo sobre los roles queda en la superficie y la película se aletarga en su conclusión. Toda la inventiva en el juego de la referencialidad al mundo gamer (atractivo de la primera entrega) se ve brutalmente desplazada hacia la autorreferencialidad Disney presentada sin artificio y carente de gancho (a excepción de ciertos pasajes con las princesas).
Bonus tracks:
• Lo mejor viene después de los títulos, hay escenas poscréditos y son geniales.
• Aparece un cameo entrañable para todos.