Sobre las promesas incumplidas y el abandono. Más o menos sobre eso va la versión slasher de Winnie the Pooh: miel y sangre, escrita y dirigida por el británico Rhys Frake-Waterfield y basada en los personajes de A.A. Milne, cuya obra pasó al dominio público el año pasado y dejó a la compañía Disney sin los derechos exclusivos de los personajes.
Las expectativas eran altas, pero la película del osito de peluche antropomórfico y su amigo el Puerquito (que además quiere dar inicio a una serie de películas de terror basadas en libros infantiles) es tan fallida, carente de ideas y artesanal (en el peor sentido) que no deja más que la sensación de lástima, sobre todo al ver cómo desaprovecha a los personajes principales.
Lo que sí tiene Winnie the Pooh: miel y sangre es un hallazgo en el giro final, que se sale de las películas de terror que respetan las fórmulas y las resoluciones trilladas. Esta vez el giro es distinto, pero una escena final no puede salvar una película que carece de creatividad y que no aporta más que un par de escenas relativamente aceptables, pero filmadas con una torpeza que atenta contra el miedo que producen los animales deformes.
La película transita con inconvenientes los lugares comunes de los slashers rurales y más sucios del cine norteamericano, como La masacre de Texas (1974), además de recurrir al bosque como paisaje central para crear una atmósfera acorde a los villanos, que no son ni humanos ni animales, sino más bien fenómenos, lo que también la emparenta con el subgénero de freaks espeluznantes.
Christopher Robin (Nikolai Leon) se hace amigo de Pooh, Puerquito y otros animalitos como Ígor, a los que promete no abandonar nunca. Un buen día, el joven tiene que ir a la universidad y deja a sus amigos solos en el bosque. Los animales no soportan la ausencia de Christopher y, además, empiezan a pasar hambre, ya que era Christopher quien también les daba de comer. Esto lleva a Pooh y a Puerquito a tomar la decisión de matar a Ígor para comerlo, prometiendo, a su vez, vengarse de los humanos.
Años después, Christopher lleva a su prometida al bosque para presentarles a sus viejos amigos, lo que hace que la mujer piense que está loco y que todo es producto de su imaginación. Sin embargo, cuando llegan al lugar se dan cuenta de que todo cambió, y de que los amigos de la infancia se convirtieron en monstruos sanguinarios.
Luego entran en escena las otras protagonistas, un grupo de amigas que deciden ir a pasar unos días a una cabaña cerca del bosque los Cien acres. La final girl o protagonista principal es Maria (Marie Taylor), quien va al lugar para superar a un exnovio acosador. Por supuesto, Pooh y Puerquito se encargan de cada una de ellas en escenas donde predominan la sangre gratuita y el terror sin imaginación.
Con un poco más de presupuesto y mejores ideas visuales, el terror podría haber sido más efectivo y la película más memorable. En Winnie the Pooh: miel y sangre todo es de manual y de un amateurismo perezoso. La historia del osito asesino promete continuar, pero habrá que pulir el suspenso y aprovechar a sus villanos, que tienen la ventaja de meter miedo con su sola presencia.