Winnie The Pooh: miel y sangre es un título que a muchos les llamará la atención porque Winnie the Pooh es una historia infantil que fue exitosa desde su creación hace un siglo atrás y más tarde se convertiría en uno de los clásicos para público infantil de los estudios Disney. ¿Pero cómo se transformó en una película de terror para adultos? La respuesta es muy sencilla, los derechos vencieron y ahora son de dominio público. Pero Disney todavía posee las imágenes de los dibujos animados, por lo cual se pueden usar todos y cada uno de los personajes y las historias, pero sin copiar los diseños de Disney. Los derechos no vencieron en Europa, por lo cuál allí la distribución de la película no es posible. Tampoco lo será en China, pero eso es por una prohibición anterior del gobierno hacia el personaje de Winnie Pooh.
Rhys Frake-Waterfield, el director de esta nueva película, se puso a filmar en cuanto los derechos fueron liberados. Tal vez este sea un sueño suyo de la infancia, tal vez creyó que una idea ingeniosa alcanzaba. En el prólogo nos cuentan que Christopher Robin tenía unos amigos en la infancia, unos amables y raros animales con los que se reunía en el bosque. Este prólogo, contado con dibujos en blanco y negro, termina cuando nos cuentan que Robin los dejó finalmente para ir a la universidad. Los animalitos también crecieron y se transformaron en un monstruoso grupo de caníbales, empezando por Winnie The Pooh. Tanto él, como Piglet, ya no tienen el aspecto agradable de antaño, ahora son monstruos con las caras que nosotros conocíamos pero con cuerpos de hombre. Vestidos, eso sí.
Robin tiene la malhadada idea de regresar, mucho tiempo después, al bosque, para descubrir que aquellos hermosos animales antropomórficos ahora son seres salidos de una película de terror, pero reales. No será ni el primero ni el último en cruzar por esos parajes, por lo que el festín sangriento más salvaje se desatará en esta corta pero aburrida película de terror gore. Una idea ingeniosa no alcanza. Las caras monstruosas de Winnie The Pooh y Piglet no son particularmente temibles y las escenas de terror tienen dos problemas. Por un lado las víctimas no generan empatía y por el otro los villanos no despiertan interés. A esto hay que sumarle que la falta de simpatía hace que las escenas gore sean desagradables, sin ese encanto ambiguo de la sangre a baldazos que habita en el género. También tiene algo de mal cine violento, no de terror. Tres o cuatro decisiones de montaje hablan de un emparchado a último momento y aunque intenta salir a flote, al final termina perdiéndose en sus propia falta de ideas. Su vínculo con los personajes infantiles tal vez le asegura una secuela, mi consejo a los que aún no han visto esta primera es que pasen directamente a la que sigue.