Debe ser de las secuelas menos esperadas (y esperables) de la historia la de “Winter, el delfín 2”. Aquella de 2011 contaba la relación que establecía Sawyer (Nathan Gamble) con un cetáceo que pierde la cola, pero que recupera sus posibilidades de sobrevivir merced a una prótesis de silicona a la cual se adapta. La historia era real. Todavía hoy el animal es una fuente de inspiración para muchos discapacitados, sobre todo a nivel físico, que lo visitan año a año.
Le fue bien a la película, de modo que ya sabemos cómo eso funciona en Hollywood. Todo terminaba bien hace tres años. ¿Cuáles serán los hechos reales justificativos de otro guión? ¿Qué le pasó a Winter en este tiempo? No mucho en realidad, pero ni a Charles Martin Smith ni a Karen Jensen parece importarle demasiado. Siempre hay algo de lo que agarrarse.
Estamos frente al efectismo puro. En la primera escena vemos a Winter juguetear para el público junto a una campeona de surf a quien le falta un brazo. Con semejante golpe, disfrazado de “todos podemos superar la adversidad”, se imaginará por donde transita esta segunda parte. A Sawyer le ofrecen estudiar en una prestigiosa institución de Boston, pero no puede ir porque le preocupa que su cetáceo favorito anda enojado, escondiéndose debajo del trampolín. Es que pese a mandar cuatrocientas señales, nadie le entendió que su compañera de piletón, Panamá, se está por morir. Y “espicha” nomás. Hay que buscarle una compañera porque sino Winter se muere también. O la va a pasar muy feo, no se explica mucho, pero debe aparecer otra hembra o se acaba la franquicia.
Sobre estos dos ejes se mueve el guión de “Winter, el delfin 2”, con la angustia como gancho dramático. Todos van a llorar tarde o temprano, lo cual no está mal sino fuera porque hay momentos en los que es demasiado evidente el achicamiento del cerco en el cual se desenvuelve la intención de lágrima fácil. Para la segunda parte vuelven todos ¿eh?
Por el set pasan Ashley Judd y Morgan Freeman para aportar algo de sus personajes anteriores, el propio director asume nuevamente el papel de burócrata y hasta Kris Kristofferson tiene su momento para decirle a Clay (Harry Connick Jr.), el manager del acuario, lo que debería hacer. También está Hazel la amiga lacrimógena de Sawyer con otra acabada muestra de sobreactuación de Cozi Zuehlsdorff. La nena tiene condiciones, está claro, pero no está bien orientada. ¿Hay alguien nuevo? Sí. Una tortuga herida en una aleta que nada aporta a la trama ni a la construcción del carácter de los personajes. ¡Ah, cierto!, hay un pelícano torpe y entrometido, muy gracioso realmente, aunque tampoco aporta nada, pero es muy gracioso. Se mete en el set, la cámara lo sigue, grazna… Divino. Los únicos que sí tenían algo mejor que hacer fueron Mark Isham y Karl Lindenlaub así que cedieron a otros sus labores como compositor para la banda de sonido y director de fotografía, respectivamente.
Para los créditos finales, Charles Martin Smith se guarda lo mejor: demostrarle al espectador que en serio está basada en hechos reales ello mediante una muestra minuciosa de gente amputada, con prótesis, muletas, sillas de ruedas, toda la colección. Más de veinte muestras de visitas al delfín como para que nadie quede fuera del pañuelo. También hay escenas documentales de los verdaderos rescates. “Winter, el delfin 2” es una demostración de que el fin no justifica los medios,y menos en cine.