Sacarle agua a las piedras
Aunque Winter el delfín era una película relativamente pequeña, se convirtió en un inesperado éxito y, obligación de los tiempos que corren, derivó en una segunda parte. Pero queda claro que hay películas que no deberían tener secuelas, historias que, buenas o malas, no sirven para ser estiradas más. En lugar de inventar algo nuevo, intentan sacar más dinero de algo que terminan arruinando. Está bien, es posible que esta película pase al olvido rápido y ya no haya una tercera parte, pero igual esa costumbre de la secuela es dañina para el cine. Winter pierde a su madre adoptiva y a riesgo de que la soledad obligue a los integrantes del acuario a tener que sacarlo de ahí, buscan una nueva compañía para el delfín. Si en una película de acción, las secuelas suelen aumentar la cantidad de explosiones, si en una película de superhéroes las secuelas suelen agregar un villano más amenazante, bueno, acá lo único que queda es agregar más drama. Y ese drama que se agrega no encuentra un buen cause, se asoma de forma torpe, sin autenticidad, necesariamente ubicado dentro del golpe bajo. No es que haya especial maldad en el film, sino que no tienen de donde sacar material y ahí es donde las cosas se complican. El elenco sigue siendo lujoso: Ashley Judd, Morgan Freeman, Harry Connick Jr., y Kris Kristofferson sin duda ayudan a hacer más vistosa la historia, pero no tienen demasiado para elaborar a partir de las mencionadas limitaciones. El protagonista, Nathan Nelson, ya no es un niño sino un adolescente, eso cambia también la escala de los conflictos pero no alivia a la historia de sus muchos lugares comunes.