Un delfín en problemas (no bélicos)
Película basada en un caso real, llama la atención que siendo un producto de tanta simpleza apele a un elenco que presenta algunas figuras (Ashley Judd, Kris Kristofferson, Morgan Freeman). En Winter-El Delfín (Dolphin tale, 2011) un niño asume el cuidado de un delfín varado junto a un grupo de veterinarios marinos. ¿Era necesario relacionar la trama principal con las aberraciones que produce la política bélica de Estados Unidos?
La historia ya ha sido contada. Varias veces. Lo que no representa, a priori, un problema. Un niño con conflictos emocionales toma contacto con un animal (generalmente salvaje) y su vida se transforma. Ya lo hemos visto en Liberen a Willy (Free Willy, 1993) y tantas más. En este caso, la variante viene dada por el tratamiento en 3D (optativo) y la vida real como fuente de inspiración.
Winter es encontrado en la orilla del mar, con una lastimadura en su cola producto de una red que se la ha apretado demasiado tiempo, y que será inevitablemente extirpada. Su destino es una suerte de hospital-oceanario en donde su auxiliador Sawyer (Nathan Gamble) termina “colándose”. Allí encuentra un microcosmos que contrasta con su hogar, en donde convive solo con su madre (el padre se fue “y no volvió jamás”). En el oceanario hay un hombre que junto a un grupo de especialistas cuidan del cetáceo y otras especies más. Lo acompaña su hija, quien perdió a su madre a los siete años de edad. Por fortuna, la película no fuerza un romance entre ninguno de ellos, lo que hubiera resultado por demás maniqueo. En cambio, no cede ante la obvia y demagógica analogía entre el delfín y el primo del niño. Un joven que se une al ejército, con la finalidad de que el Estado le de fondos destinados al desarrollo de su carrera como nadador. El tiempo lo devolverá con una pierna paralizada.
No hay nada que deshabilite una lectura alegórica respecto de un conflicto micro y uno macro más siniestro, aun cuando esto ocurra en un film de factura “familiar”, al punto de que resulta llamativo que en este formato (a esta altura esperable bajo la modalidad “directo al DVD”) se destacan varias figuras, como ya apuntamos. Lo que es francamente oportunista es que las apelaciones comparativas sean tan poco sutiles e inverosímiles. La película tiene a dos niños con química cinematográfica y una historia “efectiva”, y desarrolla, en cambio, aquella sub-trama con una corrección política bastante rancia y simplificadora.
De esta manera, el sutil encanto que se gesta a partir del encuentro entre el animal y la interioridad del niño deviene en una mirada condescendiente y ligera sobre la sociedad estadounidense y su vínculo con la guerra. Y sus secuelas, que la película emplea para meter en la misma bolsa a los niños discapacitados. Tamaño exabrupto es lisa y llanamente una canallada.