Inscripta como “para toda la familia”, se estrenó este jueves “Winter, el delfín”. La verdad es que estructuralmente el guión cumple con todas las pautas habituales
de éste tipo de producciones. Por caso, las películas con animales tiernos casi siempre funcionaron bien. Desde aquella Lassie en “La cadena invisible” (1943), protagonizada por Elizabeth Taylor y Roddy McDowall, pasando por la saga de Benji iniciada en 1974. Por lo general son los chicos y el animal en cuestión los que muestran el costado frágil dentro del mundo de los adultos.
En éste caso, también está la famosa y condicionante fracesita, “basada en hechos reales”. Un delfín (Winter) aparece un día en una playa traído por la corriente marina, muy lastimado luego de enredarse con una trampa para cangrejos. Es descubierto por Sawyer (Nathan Gamble), un chico tímido y con cierta carencia afectiva, que comienza a interesarse por la suerte del cetáceo. Así conoce a la gente del Hospital de Animales Marinos, quienes se debaten por la continuidad del instituto, entidad que está enfrentando serios problemas económicos. Sawyer hace un tándem con Hazel (Cozi Zuehldorff), su nueva amiguita, hija de Clay (Harry Conick Jr.) que como médico hará lo posible para seguir adelante pero denotando siempre una impronta derrotista. Convocado por Sawyer llegará el tozudo Dr. McCarthy (Morgan Freeman), quien diseña prótesis para los soldados que vuelven de la guerra. El bueno de Morgan pondrá su sapiencia como actor para traer tranquilidad al elenco y una cola nueva para Winter ya que la suya original fue amputada para salvarle la vida.
Charles Martin Smith es en realidad más conocido por algún sólido trabajo actoral (“Los Intocables”, 1987), que por su trabajo como director; pero como hombre de Hollywood conoce el paño en el que juega. Lleva adelante el guión de Karen Janszen y Noam Dormi en forma solvente. Sin arriesgar nada porque sabe a qué público va dirigida esta producción. También cumple con la coordinación de los rubros técnicos, aunque la secuencia inicial de los títulos evidencia algunas computadoras de menos de las necesarias en el presupuesto. De todos modos no hace a la cuestión. Mark Isham sigue siendo un virtuoso compositor de bandas de sonido, mientras que la compaginación de Harvey Rosenstock suma el ritmo que impone una historia predecible y agradable a la vez.
Quedará el mensaje bien instalado. Esto de reponerse ante una situación que se presenta imposible de resolver. Una intención muy noble y de simple decodificación para los más chicos. En este sentido, llevarlos a ver Winter es una buena opción.
Para separar la paja del trigo hago este punto y aparte. El documental ganador del Oscar el año pasado fue “The Cove” (la ensenada). Al principio de esta película se explica claramente que los delfines y demás animales “animadores” de los espectáculos tipo Mundo Marino sufren un tremendo stress al verse rodeado del sonido y el bullicio generados por el público. En el caso de los delfines, se potencia por el tipo de frecuencia sonora con la que se comunican. Con esto demostrado, cuesta ver películas que involucran delfines y eventualmente cualquier animal no doméstico. Winter es un delfín que tuvo que “actuar” algunas escenas en las que aparece para contar su propia historia. Por ende ha sido dirigido por profesionales, tal cual sucede en cada función de Sea World. Permítame poner en duda esta vez la leyenda de los créditos finales que indica que ningún animal fue dañado.