La pesadilla del soldado
La épica romántica, la lucha por el honor y los demás ingredientes que hicieron del cómic "Wolverine" de Frank Miller y Chris Claremont un clásico, no están en esta adaptación dirigida erráticamente por James Mangold.
En el inicio encontramos a Logan abandonado a su suerte en una montaña, convertido en un ermitaño con un oso como única compañía. Sus aventuras con los X-Men son parte del pasado, como aquel episodio en Nagasaki -durante la segunda guerra mundial-, donde salvó la vida de un soldado japonés que ahora, a punto de morir, lo manda a buscar para devolverle el favor. Aquel soldado japonés se llama Yashida y es hoy un anciano dueño de una mega corporación que desea darle a Logan algo que no tiene: mortalidad.
Logan sufre, no físicamente sino a causa de las pesadillas recurrentes que tiene. Son muchos años de vida, muchas pérdidas, demasiados duelos. Y culpa.
Finalmente el aguerrido mutante acepta el convite y viaja a Japón, escucha la oferta pero antes de que pueda siquiera pensar en ella, se encuentra metido en una nueva aventura, nada romántica. De buenas a primeras pasa a ser una especie de guardaespaldas de Mariko Yashida, nieta del poderoso y moribundo hombre que convocó a Logan. La joven es perseguida por miembros de la Yakuza, mientras Logan se da cuenta que inexplicablemente su poder de curación no funciona. Ahora es vulnerable.
El filme promete desde el inicio más de lo que puede dar. El personaje de Wolverine se sostiene solo porque Hugh Jackman ya lo hizo propio y casi que puede dirigirse solo. El guión no le ofrece demasiadas motivaciones para jugarse lo que se juega, y menos a la villana de turno llamada Viper, rol sin sustento que está a la deriva durante todo el relato.
Decepciona la secuencia con el Silver Samurai, personaje que merecía más respeto y atención, en tanto la buena química que logra Logan con la intrépida Yukio se diluye completamente en las soporíferas escenas con Mariko.
Con buenos detalles de fotografía y edición, "Woverine: Inmortal" ofrece apenas un par de buenas secuencias de acción y todo el carisma de Jackman, capaz de cargarse el filme que Mangold no fue capaz de hacer.
Con los créditos finales llega una escena que, por la expectativa que provoca, hace que olvidemos el fiasco que acabamos de ver.