Wolverine: Inmortal es el quinto filme de la Marvel que tiene como protagonista al carismático superhéroe canadiense. En el cine lo conocimos a partir de la trilogía de X-Men - iniciada por Bryan Singer en el 2000 -, y luego vino X-Men Origenes: Wolverine (2009), la cual se centraba exclusivamente en el personaje y narraba su historia de origen. Esta quinta película abandona la línea argumental de X-Men Origenes... y funciona más como una secuela de X-Men: The Last Stand - ese desastre del año 2006 en donde los hombres X se desbandaban, la mayoría perecía o quedaba en coma, y la saga llegaba a un final altamente insatisfactorio -. Las buenas nuevas es que Wolverine: Inmortal funciona mucho mejor que los últimos dos filmes mencionados, fundamentalmente porque tiene un corte más personal e intimo del personaje, y eso le da pista de sobra para que Hugh Jackman luzca el enorme rango actoral que posee; pero, por contra, la historia arranca bien y funciona de maravilla durante las dos terceras partes... hasta que termina por implosionar sobre el final, en donde las cosas se ponen tan rebuscadas que atentan contra la lógica interna que venía manteniendo toda la trama.
En lo personal, los filmes de los Hombres X nunca me entusiasmaron demasiado - al contrario de los dibujos animados, siempre me dió la impresión que Bryan Singer los había reducido a un nivel demasiado estático y teatral, por contra de la escalada épica que podía obtenerse con semejante grupo de personajes -. Por supuesto el nivel actoral del cast era de lujo, pero verlos restringidos a horas de pura verborragia y escasa acción siempre me pareció un sacrilegio. Cuando los cast multitudinarios se redujeron y comenzaron a hacer filmes basados en los personajes principales de la saga, las cosas tomaron una perspectiva más interesante. El proyectado filme de Magneto en solitario derivó a esa joyita llamada X-Men: First Class - en donde Matthew Vaughn le inyectó la bocanada de aire fresco que precisaba la saga para ser popular -, y después llegó la de los origenes de Wolverine, la cual subsistió gracias al enorme carisma de Hugh Jackman. En Wolverine: Inmortal pasa algo parecido: la historia tiene demasiadas volteretas y el tercer acto es como mínimo discutible, pero es Jackman el que convierte al filme en un espectáculo compulsivamente mirable a pesar de sus desprolijidades argumentales.
De antemano la trama parece venir cargada de bazas ganadoras. La primera es explotar la naturaleza solitaria, anárquica, y depresiva del héroe. En v ez de embarcarse en una lucha titánica para salvar el Universo, esta vez el protagonista debe lidiar con sus demonios internos: la pérdida / asesinato de su amada Jean Grey (ocurrida al final de The Last Stand), la depresión sufrida por la inmortalidad, la soledad de ser el único de su especie, la resistencia contra todo aquello que represente autoridad, etc. El segundo aspecto es mandar a Wolverine a Japón, tierra de samurais, ninjas y katanas, y en donde un hombre armado con garras de adamantio se encuentra en su salsa; verlo luchando a brazo partido con hordas de mercenarios armados con espadas es poco menos que una delicia, amén de que el director James Mangold se da el lujo - al fin! - de desatar a Lobezno en toda su furia, despedazando gente por decenas como debe hacer un personaje con semejante perfil. El último punto es comenzar la historia con una escena monumental, como es el bombardeo atómico de Nagasaki - y en donde Logan permanece como prisionero de guerra -. Es una inyección de energía que sirve para que el espectador se enganche con la trama desde el primer fotograma.
En sí, Wolverine: Inmortal se siente menos como un filme de superhéroes, y más como una de aventuras con un occidental perdido en tierras extrañas, al estilo de Yakuza, Lluvia Negra o El Desafío. He aquí otro gaijin - extranjero - involucrado en una conspiración japonesa y haciendo lío en la tierra del Sol naciente. Como el occidental no entiende de reglas ni honor, actúa como cree y desbarata los planes de los villanos. El problema aquí es que los malvados abundan - parientes resentidos por el reparto de una megacorporación japonesa, yakuzas que quieren secuestrar a la fémina de turno, o auto invitados a esta peculiar guerra secreta, los cuales parecen tener su propia agenda -, y nunca quedan demasiado claras sus intenciones, o los límites del accionar de uno u otro bando. Mientras Jackman se sincera, pelea con sus peores pesadillas, sufre los efectos de la mortalidad, o se enamora de quien no debe, por otra parte tenemos una caterva de peleas y persecuciones en donde nunca queda demasiado en claro quiénes son los involucrados. Y cuando al final la gente se quita las mascaras y revelan sus verdaderas identidades, uno se pregunta si todo esto no podría haber sido mucho más simple desde el principio, o si no había una manera más lineal de obtener los mismos resultados. Durante el 80% del su tiempo Wolverine: Inmortal es intensa e interesante... hasta que se ve obligada a atar cabos y ahí termina por desmoronarse.
Aquí hay muy buenas actuaciones, grandes peleas y un clima muy logrado; por contra, el broche de la historia no es todo lo satisfactorio que debiera. A su favor tengo que decir que Wolverine: Inmortal se siente diferente... lástima que se transforma en un culebrón a la hora en que debe llegar a puerto, tarea cuyo resultado es tan pasable como discutible.
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