La nueva de Wolverine... mutante en caída
Exprimir un personaje hasta sacarle las últimas gotas suele ser un error bastante recurrente en la industria del cine, sobre todo en los últimos tiempos donde no abundan precisamente las buenas ideas. El estreno de Wolverine: inmortal es un ejemplo más que viene a reforzar esta afirmación.
Cuando comenzó la saga de estos mutantes (extraída del cómic, como casi todos los tanques que se producen desde hace una década), se generó un fenómeno de taquilla producto de la novedad, de la presentación en sociedad de cada uno de estos raros especímenes y también porque los inicios tienen ese plus de lo desconocido. En esta última entrega que tiene como exclusivo héroe al indestructible Wolverine, se repitieron casi todos los vicios que se ven en las franquicias a las que se les quiere continuar sacándole dólares por el solo hecho de contar con la inercia de éxitos anteriores.
Aquí, este ser que posee un esqueleto a prueba de todo se encuentra en Japón para despedir a alguien de su pasado. La excusa de hacerse un viajecito al país oriental era necesaria para meter en esta saga ya superpoblada de vericuetos, conexiones y cruces, lo que Japón exportó tan bien al mundo del séptimo arte de todo el planeta: los estilos marciales, los ninjas, los yakuzas y demás yerbas. Y el filoso mutante tendrá que rebuscárselas para dejar a salvo a la nieta del tal amigo.
El director James Mangold se las tiene que haber visto en figurillas para tratar de meterle un poco de mostaza a la película, a sabiendas de que su as en la manga es un personaje que está quemando sus últimos cartuchos. De todas formas, lo que había que hacer bien, se hizo: Wolverine: inmortal es un filme de acción y fantasía que como todo producto del rubro cumple en las escenas de gran impacto visual.
Las peleas están bien logradas y los efectos aprueban con sobresaliente. Lo que sigue quedando en la columna del debe es fuerza en el relato, verosimilitud en la historia y un mínimo de alma. Quizá lo más criticable sea esto último, por más esfuerzo que se puso en mostrar a personajes con sus pesares a cuestas, el espectador se encuentra con un filme que carece de alma.
Dirigido a los fans. Para los fanáticos de toda saga, es normal que con el sólo hecho de presenciar una nueva historia de su objeto de deseo sea suficiente para que la relación costo-beneficio del pago del ticket resulte positiva. En el caso de Inmortal, las condiciones mínimas, como ya se mencionó, están dadas. Pero los que pretendan algo más con este estreno saldrán de la sala con una mueca de decepción. Son 126 minutos rodados para beneficio de dos egos: el de Wolverine y el del propio Jackman.
Habrá que ver qué pasa con el próximo material que llegará en poco tiempo a los cines y del cual se adelantan algunas imágenes al arrebato luego de los créditos. Quizá la cuestión no sea seguir echando toda la carne en el asador, sino poner lo justo y sacarla cocida como corresponde.