El universo Marvel parece tener la particularidad de ser, como mínimo, polifacético. En él conviven “armoniosamente” distintos mundos y realidades y así también historias disímiles.
Desde los clásicos films de superhéroes de Los Vengadoes y cada uno de sus integrantes en particular, al drama de un adolescente nerd con doble identidad de Spiderman, a la Ciencia-Ficción pura de los X-Men, la suerte de terror de Blade y Ghosth Rider, y las más directa acción de Daredevil y su Spin-Off Elektra.
Dentro de ese universo se ubican las películas Wolverine, y la lógica indicaría que siga las riendas de sus orígenes en X-Men. Sin embargo, tal cual se vislumbró en X-Men Orígenes:Wolverine y ahora se confirma en Wolverine:Inmortal, Guepardo, cuando está solo, opta por la acción a raudales.
Para quienes no conozcan de historietas, Wolverine maneja una línea propia además de seguir al grupo de mutantes, y cierto es que de ahí proviene una inclinación más propensa a la acción. Para quienes sí sean lectores del comic, Wolverine: Inmortal sigue, muy libremente, la Saga del Samurai de Plata, y las licencias no solo están en cuanto a la historia en sí sino sobre el lineamiento de los personajes, veamos.
La acción se ubica tiempo después de X-Men: La Batalla Final; Wolverine (Hugh Jackman en un rol que ya adoptó y compró) está atormentado por la muerte en sus manos de su amada Jean Gray (Famke Janssen con cara de por qué me sacaron de la franquicia) que se le aparece en sueños.
Es así como vive oculto del mundo, hasta que una joven oriental, Yukio (Rila Fukushima) lo localiza y lo traslada hasta Japón con la supuesta excusa de darle la despedida a un ex aliado en un campo de concentración en Nagasaki, Yashida (Haruhiko Yamanouchi) actual magnate empresarial moribundo.
Lo cierto es que el anciano le propone a Logan/Wolverine otorgarle la mortalidad transfiriendo su don de la inmortalidad para acabar con un sufrimiento eterno. Esta paz en el argumento no durará demasiado, pronto se desatará la muerte del anciano y Logan deberá proteger a Mariko (Tao Okamoto), nieta y heredera del magnate, de un clan de mafia Yakusa en el cual parece estar metido el propio padre de Mariko, y la peligrosa Viper (Svetlana Khodchenkova) una poderosa y ambiciosa mujer con variados dones que se irán conociendo a lo largo de la trama.
Luego que la anterior entrega en solitario de Wolverine no rindiera lo económicamente esperado, se había anunciado para esta un cambio de estilo. Lo cierto es que estamos frente a un argumento clásico de film de acción, el típico y transitado del recio protegiendo a la damisela en peligro con todas las reglas del manual adentro, incluido el romance y si es mejor el exotismo de las tierras lejanas.
Wolverine: Inmortal se plantea como un film de acción puro, y la verdad es que avanza a fuerza de escenas adrenalínicas. El multifacético James Mangold toma acá la dirección y lo hace casi en piloto automático, talvez hubiese convenido algún director oriental experto en films de artes marciales; así y todo, Mangold cumple su labor y algunas escenbas tienen real vértigo.
Jackman hizo suyo al personaje, y hay para el deleite de todos, desde la estrella de acción, hasta la semidesnudez para las chicas, y la comicidad natural que le aporta al personaje. Este protagonismo absoluto a la vez se consume al resto, que resultan mucho menos interesantes, sobretodo Viper con severos cambios desde su original del comic asemejándola a una suerte de Jade del videojuego Mortal Kombat.
En los ’80, la Cannon Group. Se especiazó en films de americanos introduciéndose en el mundo de la acción oriental; Wolverine: Inmortgal parece retomar ese camino, con aciertos y errores, y entregando precisamente eso, piñas, patadas, armas, japoneses peleando en traje, y Logan desplegando sus garras contra ellos en todo momento.