Dentro del batallón de personajes que nos ofreció el mundo de los X-Men, sin dudas el favorito del público por una gran diferencia tiene que ser Wolverine, el inmortal mutante que posee dotes genéticos envidiables y un esqueleto interno indestructible.
El primer intento de acercarse a la historia personal de Logan fue la infructuosa X-Men Origins: Wolverine y una de las principales causas de su caída fue algo que, personalmente, me afecta bastante a la hora de ver algo basado en cómics. Esto es el dilema del retcon, la alteración de detalles importantes en una línea temporal en favor de formar una línea paralela, lo cual no es para todos. Hay que estar dispuesto a que cambien relaciones que uno ya tiene entendidas desde hace tiempo, y que Wolverine y Sabretooth sean mediohermanos, cuando antes eran desconocidos, genera un escozor extraño. Ese fue uno de los principales problemas de Origins, si bien no fue el único. The Wolverine representa un salto hacia adelante en todo sentido, se aleja a pasos grandes -que no agigantados- de su predecesora y denota buenos augurios dentro de la sala de cine.
The Wolverine no es ese proyecto sangriento y oscuro que prometió ser alguna vez, con Darren Aronofsky al mando. Si bien está basado en la más que estimada versión del cómic de Frank Miller, creador de Sin City -y gran favorita de Hugh Jackman por cierto-, al viaje interior y exterior en el que Wolverine se ve inmerso le faltan varias pinceladas de carácter y sentimiento, pero tiene lo suficiente de ambos como para subsanar el craso error que tuvo la antecesora. El director James Mangold, junto a Steven Soderbergh una de las caras más polifacéticas del cine de Hollywood, se carga el peso de sobrellevar un film de acción y exploración sentimental, donde los detalles están bien aderezados. Aunque se sienta la falta de más adrenalina, más combates, los escenarios principales de lucha son suficientemente extravagantes y llamativos, vistosos, con ese toque asiático que debe predominar dentro del marco narrativo elegido.
En el marco de las costumbres japonesas, el combate es todo un arte, y las coreografías están muy bien diseñadas y conducidas por un elenco mayoritariamente autóctono. ¿Su función? Hacer descollar y sobresalir a un enorme -literal- Jackman, poseedor de un cuerpo hercúleo que nunca se le percibió en anteriores entregas mutantes y que genera un sentimiento hormonal violento y feroz. Éste es el verdadero Wolverine en carne y hueso. Otro punto a favor es que no hay una cantidad ingente de mutantes en pantalla, a excepción de una misteriosa joven que puede anticipar la muerte, y Viper, una letal doctora con una siniestra agenda personal. La reducción de personajes con habilidades peculiares hace foco en el desarrollo de los mismos y no se convierte en una maratón con tal de llenar la pantalla de efectos especiales. El 3D, en ese sentido, se une a la lista de aditivos innecesarios, ya que no suma ni resta a la calidad de la película.
Quizás no se sienta más que un escalón previo al festival mutante que promete X-Men: Days of Future Past -que se presenta en una rabiosamente efectiva escena post-créditos- pero The Wolverine es una amable nueva entrada en la querida saga de Marvel. Interesante, llevada con buen gusto por un portentoso Hugh Jackman que nació para este papel, no decepciona y arregla varios desbarajustes creados por la mala experiencia anterior.