ENCUENTRO CON WOODY
“Tiene obras geniales y obras fallidas, pero incluso las peores siempre tienen algo que las pone por encima de lo mediocre”. Lo dice una entrevistada y lo siente la mayoría de los espectadores.
El filme cuenta que Woody empezó escribiendo chistes cuando era un nene, que hizo stand up, que sin querer tuvo que ser actor y que al final se consagró como un realizador cada vez más versátil y más maduro. El filme lo muestra recorriendo su casa de la infancia, sus primeros pasos. Se lo ve alegre repasando su biografía, desde su infancia en Brooklyn hasta un presente que –según su hermana- es la etapa más feliz de su vida.
Vemos el lugar donde concibe sus obras, su vieja máquina de escribir, el estudio de edición, su relación con los actores. También deja ver aspectos de su vida personal, incluso su tan meneado casamiento con la hija adoptiva de Mia Farrow.
Está el escritor, el actor, el comediante, el hijo y el amante. Hay testimonio, entrevistas, evocaciones. Hay réplicas pintorescas, apuntes sabrosos, fragmentos de sus películas, evocaciones. Un compendio que por supuesto no agota la personalidad de un artista que ha dejado su marca y que primeros quiso hacer reír, sólo eso, después hacer pensar, pero siempre divertir. Y que ha ido depurando su herramienta a medida que le daba más temas a su inspiración. Sus historias hablan del amor, de la muerte, de la religión, del arte. Su aspiración es poder hacer un gran film que lo inmortalice. Es una pena que el documental no aporte nada nuevo, que no sea más incisivo, que no nos deje ver aspectos esenciales del fuego creativo, de un artista pródigo que siempre interesa y vale. Pero no importa, lo que hay es suficiente, inteligente, simpático y revelador.