Sólo para fanáticos
El mundo cinéfilo podría dividirse entre los admiradores incondicionales de Woody Allen y aquellos que entrevén desde hace años -¿diez? ¿doce?- síntomas inequívocos de agotamiento en los resquicios de sus películas. Para los primeros, Woody Allen, el documental será una experiencia más que placentera, una suerte de sus Greatest Hits hilados con testimonios de quienes más lo conocen. Para los segundos, en cambio, la sensación estará más cerca de una hagiografía incapaz de poner en perspectiva a su objeto de estudio y cuyo único fin es la validación de una tesis: “Woody es lo mejor del mundo”.
Robert B. Weide (productor y director de algunos episodios de Curb Your Enthusiasm) propone un recorrido cronológico desde los inicios del cineasta neoyorquino como precoz redactor de chistes durante las postrimerías de su etapa escolar, su acercamiento inicial a Hollywood y posterior desencanto, algunos secretos de la cocina de sus films más icónicos (Bananas, Annie Hall, Manhattan, Zelig, Crímenes y pecados) hasta su actual etapa trashumante (Match Point, Vicky Cristina Barcelona, Medianoche en París). También habrá tiempo para explorar la vinculación artística-sentimental con sus “musas” Diane Keaton, Mia Farrow y Louise Lasser, además de para algunas reflexiones acerca de la comedia, Hollywood y su relación con el público.
Siempre es engañoso y simplista caer en rotulaciones, pero es casi inevitable hablar de éste como un film “sólo para fanáticos”. Al fin y al cabo, el de Weide no es un intento exploratorio de las facetas desconocidas del ídolo en cuestión sino una mera confirmación de su grandeza. Así se enhebran testimonios de actores, actrices, productores, familiares y colegas (entre ellos Martin Scorsese) echando loas a Woody: que es un gran director de actores, que sus diálogos son increíbles, que de chiquito era talentoso… Todo esto, además, narrado casi a reglamento, articulando entrevistas, imágenes de archivo y escenas de los films en cuestión.
Un detalle particular es que más de la mitad del film aborda la primera etapa de su filmografía, la que para muchos es la más jugosa e icónica; mientras que los últimos diez años ocupan apenas un par de minutos. Síntoma de que incluso para un acérrimo fanático como Weide el amigo Woody viene de capa caída.