Para volver a disfrutar de notables escenas de la vasta obra de un genio del cine
Robert B. Weide conoce a Woody Allen desde hace más de treinta años, al haber trabajado para sus famosos productores Jack Rollins y Charles Joffe en una oficina en el mismo edificio que el genial realizador, de más de 40 largometrajes en similar periodo de tiempo.
Weide ya había dirigido algunos documentales sobre famosas personalidades del cine y en particular uno sobre los hermanos Marx del que es, al igual que de Woody, un gran fanático. Con gran perseverancia y enorme paciencia logró finalmente convencer a su ídolo para que participara activamente en “Woody Allen, el documental”, que ahora se estrena en nuestro país.
Hay al menos dos formas de valorizar este largometraje de casi dos horas de duración (existe una versión más extensa). Por un lado está el placer de volver a ver numerosas escenas de varias películas, sobre todo de su primera época como director que arbitrariamente podría situarse entre 1969 (su debut con “Robó, huyo…y lo pescaron) y 1986 (“Hannah y sus hermanas”).
La otra es una mayor aproximación a su vida privada particularmente en la primera media hora donde se lo ve en plena juventud, cuando aún no hacía cine pero ya escribía chistes y actuaba en teatros. Los testimonios de su hermana Letty Aronson e incluso de una tía son muy reveladores al describir su diario acontecer en Brooklyn, donde en muchas cuadras había varios cines, en los que el joven Woody pasaba horas. Seguramente se escapaba del colegio y odiaba, como él mismo afirma y el director del documental subraya, a la mayoría de sus maestros.
Casi como un espejo en la última media hora Weide vuelve a mostrar al Woody más actual, por ejemplo, durante el rodaje de “Conocerás al hombre de tus sueños” y en particular de algunas escenas con Naomi Watts. La actriz hablará ante la cámara, una constante que se repetirá con una veintena de intérpretes y donde sólo una actriz (adivina obviamente el lector de quien se trata) no dará testimonio alguno. Así desfilarán con mayor asiduidad que los hombres gran número de actrices, empezando por Diane Keaton a la que se verá con frecuencia pero también Louise Lasser, Julie Kavner, Dianne Wiest, Mira Sorvino, Mariel Hemingway, Scarlett Johansson y Penélope Cruz. Por seguramente diferentes razones, no aparecerán “en vivo” ni Mia Farrow (trece largometrajes!) ni Judy Davis.
Los actores tendrán menos pantalla aunque es verdad que la mayoría estuvieron como máximo en dos películas, salvo Tony Roberts y claro está el propio Woody, que apareció en dos de cada tres de sus largometrajes. A falta de actores habrá interesantes reflexiones de personalidades como Martin Scorsese, Gordon Willis, Leonard Maltin, Dick Cavett, los nombrados Rollins y Joffe y Richard Schikel entre otros.
Es cierto que el documental dedica más tiempo a sus primeros films como por ejemplo: “Bananas”, “El dormilón”, “Annie Hall/Dos extraños amantes”, “Interiores” y “Manhattan”. A ellos seguiría el que sería su primer fracaso, “Stardust Memories/Recuerdos” de 1980, pero del cual pronto se recuperaría con “Zelig”, “La rosa púrpura del Cairo” y “Hannah y sus hermanas” (su largometraje número catorce). Obsérvese que estamos recién al final del primer tercio de su larga carrera.
De allí en más el recorrido de su filmografía será más incompleto coincidente con una cierta “caída” de nivel. Aunque sería injusto no nombrar a algunas joyas como “Crímenes y pecados”, “Maridos y esposas” y “Disparos sobre Broadway”, que podrían ser lo más destacado de un segundo tercio que cerraría cerca del comienzo del nuevo siglo.
Son pocos los minutos dedicados a sus films más recientes y más de uno podrá inferir que la razón de tal escasez podría responder a un declive aún más pronunciado en este último tercio. No se descarta tal opinión aunque es más probable que la causa de tal ausencia sea producto del montaje en vista de que se trata de una obra documental y no de ficción. Y en cuanto a la supuesta “decadencia” de Allen, este cronista está en profundo desacuerdo ya que tanto “Match Point” (2006) como “ Medianoche en Paris” (2011) nos muestran que estamos frente a un director genial que, a sus casi 80 años, no deja de sorprendernos.