Inteligente retrato de un grande del cine sin fronteras
Si el mundo lo tiene a Woody Allen en un pedestal, en Argentina, como mínimo, se lo debe haber fabricado.
El público argentino es de los más fieles al genio creativo y “Woody Allen, el documental” es funcional, tanto a un repaso minucioso de la filmografía (dirigió 41 películas en 48 años) como al complemento para construir el mito. Aquello que mil veces supusimos del Woody Allen (como actor, guionista, director y dramaturgo) por lo que decían sus personajes, pero nunca pudimos comprobar.
A estos efectos, la realización ataca directamente con imágenes de los entrevistados y algunas frases que sirven de introducción.
Luego, la estructura nunca se irá de lo convencional en cuanto a la mezcla de material de archivo (inédito o no), compaginado con entrevistas de gente que giró alrededor de él tanto en su vida artística como personal, desde Charles Joffe (productor de toda la vida) a Gordon Willis (su Director de Fotografía de cabecera), a algún que otro pariente o amigo.
Pero a la convencionalidad de “Woody Allen, el documental” se antepone el contenido. Es él, el que importa, sus paseos a pie, su casa, su máquina de escribir, su amor por el jazz…
Probablemente el fanático no tenga nada nuevo por descubrir, por lo que esta producción es recomendada particularmente para aquellos que no lo son.
De todos modos, ya sea por (re) descubrirlo o por una mirada al cine en general, Robert Weide logra un producto sólido porque conoce perfectamente a quién está retratando. Lo persiguió hasta lograr su película, y vaya si valió la pena.