Prometía mucho. Era la primera vez que Alan Koninsberg, más conocido como Woody Allen, accedía a compartir detalles de su intimidad y su vida cotidiana con otro realizador. Mucha ansiedad por ver qué plasmaba de sus diarios encuentros durante dos años Robert B. Weide en la pantalla…
El resultado ya está en los cines: “Woody Allen: El documental” (USA, 2012), película que intenta con testimonios de pares, familiares y actores, armar el puzzle de la vida de este emblemático y obsesivo director. Narrada de manera simple, apoyándose en testimonios de estrellas como Larry David, Scarlett Johansson, Diane Keaton, Mira Sorvino y Dianne Wiest, entre otros, registrados con primeros planos en tres cuartos hacia cámara, algunos separadores y trazos gráficos e imágenes de Allen en su vida diaria (caminando con su clásico sombrero piluso, en su casa trabajando, escribiendo en su vieja Olympia alemana, en la sala de edición con su asistente), la cinta deambula entre el clásico documental y la cercanía con los “extras” de alguna edición especial en DVD de una de sus películas.
“Woody Allen: El documental” tiene en algunas ocasiones (contadas) definiciones de testimonios directos de terceros, la gran oportunidad de aportar luz sobre la vida del director. Porque el neoyorkino de anteojos gruesos es un escritor/director con muchas mañas, y algunas de ellas son fáciles de descubrir en sus obras, otras, simplemente, no (su fobia a volar, para citar sólo una).
Sí lo que queda claro es que toda su carrera cinematográfica y su vida personal fueron regidas por dos preguntas existenciales disparadas desde la incorporación de la idea de mortalidad: ¿Existe Dios?, ¿Hay vida después de la muerte? Las respuestas a estas dos cuestiones las trataremos de ir recolectando a través de un repaso por su vida.
Su infancia en Brooklyn, la reticencia de sus padres a su ingreso al mundo del show business, su comienzo como escritor de chistes (le pagaban 25 dólares por semana por escribir líneas cómicas para terceros) y haciendo Stand Up (en el “The Bitter En” de Bleecker Street, cuna del humor), sus inicios en el mundo de la TV (con un interesante material de archivo de emblemátivos TV programs como “Tonight Show Starring Johnny Carson” –memorable la pelea con un canguro-), sus obsesiones (inconformidad, rebeldía) , sus amores (los que terminaron bien y los que no), sus películas (un repaso por toda su carrera hasta “Medianoche en París”), sus éxitos (“Annie Hall”, “Hannah y sus hermanas”), sus fracasos (“Stardust Memories”, todas sus películas de los noventa), sus escándalos (la llegada a los tabloides amarillistas por su separación con Mia Farrow).
Todo esto pasa por la pantalla a lo largo de casi dos horas.
El tono del filme ideal es cuando vemos a Allen escribiendo (la técnica de “engrampar” papeles, el cajón de las ideas, etc) o cuando alguno de los testimonios, como el de Martin Scorsese (“no existe otro cineasta que haya vivido su vida a través de sus películas como Woody Allen”) definen en pocas palabras al director.
La magnitud de la obra del realizador (más de 40 filmes) y la complejidad de su personalidad dificultan a Robert B. Weide a realizar una película contundente con material nuevo sobre el director. Uno sale del cine con la idea que pasó un rato agradable con alguien conocido, pero sin haber sido sorprendido con algo nuevo.
Esta cinta es ideal para aquellos que no han seguido la carrera del director y quieren tener un acercamiento inicial con él más allá de sus películas.