A esta altura, seis películas de los X–Men, dos spin-off directos, más podríamos decir algunas ramificaciones que quizás no llegaron a unirse concretamente como tal; la saga iniciada por Bryan Singer sobre los personajes creados por Jack Kirby y Stan Lee es una de las franquicias mejor instaladas y más sólidas del mundo del cine, por lo menos en lo que a superhéroes se refiere.
La historia en su conjunto, que en el cuarto capítulo intentó un reinicio que luego se mostró como secuela en su película siguiente, ha transitado por diferentes variantes. Ahora es el turno, como rige la moda actual, de entregar una película puramente comiquera.
Si bien las cinco entregas anteriores se habían caracterizado por sus guiones algo más complejos que la media de los film de superhéroes; esta sexta incursión, que vuelve a quedar en la mano de Singer como los dos primeros y el quinto, tiene la particularidad de ir directo a los bifes. Tanto es así que el contexto parece casi una excusa.
En la escena post créditos (quédense porque aquí también hay) del anterior film ya se nos anunciaba cómo vendría la mano. El poderosísimo y ancestral Apocalipsis (Oscar Isaac) despierta de un largo letargo. Se trata del mutante originario, y tiene sed de destrucción.
En su afán exterminador, Apocalipsis reúne a cuatro mutantes, y entre ellos se encuentra Magneto (Michael Fassbender) quien nuevamente busca venganza ante la pérdida.
Cada bando, la otra punta es liderada por Xavier (James McAvoy) y Mystique (Jennifer Lawrence), recluta nuevos mutantes, y todo se prepara para una batalla entre ellos de proporciones épicas. Sí, este es el año en el que a los tanques de Hollywood le gusta que sus personajes referentes se den rosca interminable entre ellos.
Este planteo, que dista de ser novedoso – ¿cuántas veces vimos a un villano queriendo destruir el mundo? – sirve para la presentación de nuevos mutantes, a modo de un ¿quién es quién? y el tufillo a despedida, incluyendo algunas muertes, terminan por emparentar el film a la tercera entrega, la más desprestigiada con justa razón.
De todos modos, estas similitudes como “Batalla Final”, no lo son tanto a la hora de los resultados, y ahí se nota que Singer no es Brett Ratner. Los personajes tienen carnadura, la batalla, aunque confusa, tiene peso, y si bien no tanto como antes, hay momentos para el desarrollo de otras cuestiones.
Quienes sean seguidores de los cómic, esta película está basada libremente en “La Era del Apocalípsis”, gozarán de muchos detalles que el espectador no avezado quizás pase por alto. Lo más importante, datos en los trajes, varios personajes secundarios, y la mencionada escena post crédito.
Sabemos que Singer además de un correcto guionista (acá dentro de un equipo grande), es un logrado director de actores; nuevamente sabe sacar provecho de los conocidos McAvoy, Lawrence y Fassbender, a quienes ya se los ve aceitadísimos. Aprovecha algunos personajes nuevos como la aparición de Jean Grey y Cyclops (Sophier Turner y Tye Sheridan), le otorga el lucimiento adecuado a Evan Peters con su Quicksirlver al igual que en el número anterior.
Quién más sufre es Oscar Isaac en la piel de un personaje en donde no solo no se lo reconoce, es uno de los villanos más pobres (sino el más) de la saga; tanto en aspecto como en importancia; cuando todo haría pensar lo contrario. Este es sin dudas, su mayor flaqueza. Un film que trata de dejar de lado complejidades humanas para centrarse en una acción constante entre mutantes, necesitaba de una contraparte mucho más imponente de la que se entrega (no diré a quienes se parece porque parecería una descabellada burla).
“X-Men: Apocalipsis” puede ser vista como una entrega más de una saga que quizás crea que no debe innovar, que una vez puede dormir en los laureles. Puede ser disfrutada por quienes buscan los varios detalles y sorpresas – que no adelantaré – referidas a los cómics. También puede observarse que no puede escapar a las modas y tendencias, que desde su inicio en 2000 las cosas cambiaron, y esta vez, a diferencia de aquella, lejos de ser disruptivo, la balanza se inclinó a seguir la corriente.
Entretenida, con varios momentos de comicidad a la carta, algunos cameos, y con un ritmo que no desentona. Esta sexta entrega cumple, no decepciona; tampoco sobresale, ni busca hacerlo.