Si bien no quedará en el recuerdo como el mejor trabajo del director Bryan Singer, X-Men: Apocalipsis brinda un ameno entretenimiento con estos personajes, aunque al día siguiente te olvides por completo lo que viste en el cine.
Singer dentro de todo logró salir bien parado del desafío que implicaba esta producción.
Hay que recordar que Días del futuro pasado, la entrega anterior, fue uno de los grandes capítulos de la saga (además de una gran adaptación de un cómic histórico) que no era tan fácil de superar y a esta cuestión se sumó el enorme desgaste que vienen acarreando los mutantes desde el año 2000.
Esa es la gran debilidad que tiene X-Men: Apocalipsis, aunque primero quiero resaltar las virtudes de este estreno que no son pocas.
Como viene ocurriendo con este relanzamiento de la serie que se inició en X-Men: Primera generación, los pilares fundamentales de la película son los actores.
Muy especialmente James McAvoy y Michael Fassbender, cuyas interpretaciones del profesor Xavier y Magneto respectivamente generan que uno siga teniendo interés por estos personajes.
Esta vez Jennifer Lawrence quedó relegada a un rol más secundario y las nuevas incorporaciones, Sophie Turner (Jean Grey) y Tye Sheridan (Cíclope) lograron tener momentos más destacados.
Por cierto, celebro que después de tantas películas Scott Summers finalmente pudo tener un poquito más de profundidad y un rol específico en el conflicto.
Bryan Singer logró mantener la humanidad que siempre sobresalió en las historias de esta saga y este es un condimento que sigue despertando interés.
En X-Men: Apocalipsis el director trabajó muy bien una cuestión que le objeté a Capitán América 3.
Es decir, la violencia trae consecuencias. Los mutantes se enfrentan entre sí y sus acciones generan muertos y heridos entre los personajes de esta historia, un tema que los filmes de Marvel en Disney evitan abordar por una cuestión comercial.
Las elecciones que toman algunos superhéroes traen consecuencias trágicas y no todo se soluciona al final con un apretón de manos.
Ahora bien, desde los aspectos técnicos, Singer no tiene un dominio magistral de la acción como los hermanos Russo (Capitán América) y sus escenas tienden a ser más monótonas y reiterativas. La intervención de Wolverine (que no tiene razón de ser) es el mejor ejemplo de ello.
Salvo por el momento destacado de Quicksilver, que vuelve a sacarte una sonrisa, no hay grandes escenas de esta película que queden en el recuerdo.
No ayudó tampoco el hecho que esta vez el director se enfocó demasiado en los efectos digitales y algunas secuencias que no quedaron bien (especialmente el comienzo en Egipto) se ven artificiales.
La gran debilidad de este film pasa por refritar una vez más varias situaciones que ya vimos en las entregas anteriores. El pasado de Magneto, la persecución de los mutantes, el odio del coronel Stryker y los experimentos militares sobre Wolverine generan que el clímax de la película sea predecible porque no hay ninguna novedad interesante.
El villano Apocalipsis la verdad que no aporta demasiado y desperdicia a un buen actor como Oscar Isaac. El mismo rol podría haber sido interpretado por un artista desconocido y esta película no cambiaba en absoluto.
Creo que hay un desgaste importante con los mutantes en el cine y más allá de que intentaron relanzar la serie con una nueva línea temporal en el fondo seguimos viendo más de lo mismo.
En esta película en particular esta cuestión tuvo un peso importante y por esa razón su recepción no es tan favorable como las entregas previas.
Por cierto, luego de los créditos finales hay una escena adicional que sólo será comprendida por los fanáticos del cómic, ya que para el público general resulta algo irrelevante.
Reitero, la película no es mala y brinda su cuota de entretenimiento, pero después de tantas continuaciones queda claro que los mutantes se volvieron predecibles y dejaron de sorprender.