Singer le pone fin a esta trilogía superheroica y logra escapar de la maldición de la "trecuela".
En algún punto perdimos el eje (y el disfrute) y nos pusimos a sobreanalizar las “películas de superhéroes”. Ok, si quieren pueden echarle la culpa a Christopher Nolan, que decidió expandir el género e incluir temas “más serios” en estas aventuras fantásticas cargadas de acción y protagonizadas por hombres y mujeres con extrañas vestimentas y poderes; pero Bryan Singer ya estaba ahí desde antes: las primeras dos entregas de “X-Men” son oscuras, dramáticas y tocan temas tan jodidos como la inclusión y la discriminación, tan de moda por estos días.
Pasaron más de quince años –y un sinfín de adaptaciones comiqueras- desde aquella primera película mutante. La franquicia de Marvel sufrió altos y bajos (te estamos mirando a vos “X-Men Origins: Wolverine”), pero siempre se mantuvo dentro de ciertos estándares en cuanto a crítica y público, aunque NADA muy exagerado.
Con “X-Men: Días del Futuro Pasado” (2014), Singer retomó las riendas de su criatura y logró entregarnos una gran película que cruzaba líneas temporales, un montón de personajes y acomodaba las cosas para, desde ahí, poder hacer lo que quisiera.
Lo que “quiso” se transformó en “X-Men: Apocalipsis” (X-Men: Apocalypse, 2016), el cierre de esta segunda trilogía que empezó con “X-Men: Primera Generación” (X-Men: First Class, 2011), ambientada en la década del sesenta con unos mutantes más jovenzuelos e inexpertos de los que conocíamos hasta ese momento.
Acá, llegamos a los coloridos ochenta y, a pesar de que muchas cuentas no nos cierran y las inconsistencias en la historia siguen presentes ya que no TODO se puede justificar con un “borrón y cuenta nueva”, la aventura que nos plantea el director grita “diversión” por los cuatro costados. “Apocalipsis” recupera ese disfrute de la “típica película de superhéroes”, sin necesidad de justificar a cada segundo las acciones de sus personajes.
El título lo dice todo: la destrucción es masiva y probablemente no se salve nadie, un cataclismo que llega de la mano de un villano megalómano -En Sabah Nur (Oscar Isaac), el primer mutante que caminó sobre la Tierra-, tan genérico como entretenido porque, como gran parte de los protagonistas de esta aventura, parece salido directamente de las páginas del cómic.
Atrás parecen haber quedado las consecuencias políticas de las acciones de Magneto (Michael Fassbender), y hay que destacar que tampoco se hace mucho hincapié entre la relación de los “evolucionados” y el resto de los humanos que los ven más como una novedad que como una amenaza, dependiendo del caso. En esta oportunidad Singer se enfoca en sus queridos mutantes, sus personalidades y cómo cada uno de ellos abrazará sus poderes para defender una causa.
La idea es simple: los buenos contra los malos. Los alumnos y profesores de una escuela para chicos dotados, contra este villano imparable y sus “cuatro jinetes” dedicados a protegerlo y hacer el trabajo sucio; “mutantes perdidos” que encontraron bajo su ala algún tipo de consuelo y ganas de vengarse por las injusticias de este mundo.
No hace falta nada más. “X-Men: Apocalipsis” trae de vuelta a los personajes que fueron sobreviviendo y nos presenta una enorme galería de otros nuevos. Todos tienen su momento de lucirse en la pantalla y ninguno desentona, incluso aquellos que pasan por la historia azarosamente, más como un guiño simpático para los fans de la franquicia y los cómics, que como un aporte importante para la trama. Sí, hay muchos momentos forzados para lograr que todo encaje, pero encaja porque al final es una peli de superhéroes y no un drama existencialista sobre los excesos de la década del ochenta.
Singer se anima a cambiar el tono oscuro de sus primeras películas (tanto desde lo visual como lo narrativo) y nos regala un relato pop por dónde se lo mire: desde el color, las formas, la música y las referencias, arrancando por una escena en el antiguo Egipto -unos 3.600 años A.C.-, tan imponente como excesiva (¿alguien dijo kitsch?). Acá no quedan dudas, desde el minuto cero se trata de una aventura fantástica de ciencia ficción y el realismo lo tenemos que dejar en la puerta de la sala.
Ahí reside el principal acierto de “X-Men: Apocalipsis”, disfrutar un poco más y no tomárselo tan en serio. El equilibrio se da entre sus personajes más trágicos y sufridos (Magneto, Jean Grey, Angel), los “comic relief” (Quicksilver, Nightcrawler) y los que están en el medio, esos que vienen a aportar la “formalidad” mínima y necesaria que necesita la trama como Charles Xavier (James McAvoy) y Mystique (Jennifer Lawrence), que no molesta tanto como uno se hubiera imaginado en un principio.
“X-Men: Apocalipsis” cierra (y no cierra) esta nueva trilogía marveliana de forma muy correcta y entretenida como debe ser una película de superhéroes hecha y derecha. Los efectos son impecables, algunas tramas medio flojas, pero el saldo es positivo si nos arrancan una sonrisa de vez en cuando y nos permiten preocuparnos por esos personajes (tan ajenos a nosotros) que aparecen en pantalla. Por mi parte, “mutante y orgullosa”, Singer no nos dejes nunca porque entendiste muy bien cómo hacer las cosas.