¿Dónde reside la falla del género superhéroes? No en su gigantismo, dado que es condición necesaria y parte del asunto. El problema con los tipos superpoderosos es que siempre ganan, lo que a la larga es una invitación al aburrimiento. Una buena película de superhéroes entonces debe tener dos características: que las acciones heroicas sean la puesta en imágenes de decisiones morales o personales (es decir, nos tienen que importar los personajes) y que la espectacularidad de la gigantomaquia sea diáfana, novedosa y bella. Sí, bueno, es mucho pedir pero a veces se logra. Aquí tenemos una larga película de más de dos horas que no aburre, donde las secuencias duran lo qie tienen que durar y cuyos personajes -al menos la mayoría de ellos- nos importan. Hay falencias (la “cura moral y emocional” de Magneto parece un poco desporporcionada respecto de su tragedia, por ejemplo), pero no molestan. Hay humor sin que eso impida que lo que sucede en este mundo carnavalesco y peligroso se tome en serio. Muy (pero muy) lejos de la solemnidad torpe de Batman Vs. Superman (paradigma de lo que no hay que hacer en el género), da la impresión de que, después de tantas películas, Bryan Singer quiere mucho a sus personajes y trata, por todos los medios, de que los entendamos. Esa virtud más los planos generales, abiertos, que permiten disfrutar en detalle del zafarrancho (y una cámara elegante, por cierto) hacen de esta una buena película.