Mutantes consolidados
Constituida por un conjunto de ocho películas que comparten un universo común, X-Men es ya una serie construida a la manera del universo cinematográfico de Marvel Studios gestionado por Disney. El nombre clave aquí es el director Bryan Singer, quien como Tim Burton -Batman (1989), Batman vuelve (1992)-, Sam Raimi -El Hombre Araña 1 (2002), 2 (2004) y 3 (2007)-, y Richard Donner -Superman (1978) y una versión de Superman 2 (1980)-, hizo buenas películas de superhéroes con cierto riesgo y mirada personal -X-Men (2000) y X-Men 2 (2003)-, antes de que estas fueran un éxito asegurado basado en su llegada generacional a un gran público cautivo. Aunque también es el responsable de ese artefacto aburrido llamado Superman regresa (2006), con su X-Men: Apocalipsis continúa el buen camino de X-Men: días del futuro pasado (2014), y lo vemos debatirse entre sus formas de autor de la vieja escuela y la manera moderna de hacer estas películas que es, a grandes rasgos, agregar a la trama un sistema de referencias y guiños gigante para contentar a los fans de los cómics.
Así como la película anterior servía para reformular las continuidades, actualizar la serie y, de pasada, conectar a los elencos de todas las películas, esta última entrega da el paso siguiente, apela a la mitología clásica de los cómics para extraer personajes y eventos emblemáticos. Aquí le toca el turno a quien dice ser el primer mutante, En Sabah Nur, también conocido convenientemente como Apocalipsis, quien tiene una ambición más o menos similar a la de Magneto: quiere un mundo dominado por mutantes, es decir, quiere arrebatárnoslo a nosotros, endebles y viles humanos. Aquí el guión incurre en una serie de arbitrariedades, sobre todo en lo que tiene que ver con el plan del villano, que complica y estira innecesariamente las cosas, algo que es ya inherente al género de superhéroes.
Por otro lado, lo más discutible de la película es que vuelve sobre los mismos conflictos que Singer trabajó en las películas de 2000 y 2003, incluso reciclando antinomias, triángulos amorosos, ideas sobre la discriminación, la búsqueda personal de personajes como Mystique, etcétera. Los mismos conflictos que vemos cada vez que aparecen estos personajes que nos hacen preguntarnos hasta cuándo es válido seguir viendo variantes del cisma ideológico entre Xavier y Magneto, o hasta cuándo va a seguir Bestia renegado con su apariencia, o hasta cuándo aparecerá el coronel Striker torturando mutantes, o cuantas tragedias personales necesita Magneto para apuntalar su odio hacia los simples mortales, e incluso debemos preguntarnos hasta cuándo Fox seguirá contratando cuestionables maquillistas. En este sentido X-Men: días del futuro pasado era, desde la premisa, un poco más innovadora, ya que ponía a los personajes a trabajar otras cuestiones.
De todas maneras, una muy buena segunda hora contesta (en parte) algunas de las preguntas hechas anteriormente. Singer nos demuestra lo que se puede lograr contar cuando de base hay una mitología consolidada. Toda la fuerza emocional de la película fluye hacia el final en una gran batalla conceptual (quiero decir, no tan física) y logra conmovernos aún cuando ese falso y básico dios que es En Sabah Nur se desenmascara demonio, o cuando Jean Grey (de nuevo) logra vencer sus inquietudes y desencadenar su infinito poder. Podemos decir que los consolidados mutantes de Marvel mantienen el balance positivo, y que sus constantes repeticiones todavía no hacen tambalear los resultados finales de, al menos, sus últimas dos entregas.