Se supone que Dark Phoenix, duodécima película del universo mutante (contando las tres de Wolverine en solitario y las dos de Deadpool), es la cuarta y última de las precuelas protagonizadas por la “primera generación” de X-Men. Sabia decisión, pero tardía: bien podrían habernos ahorrado esta entrega, la más floja de las siete X-Men.
Es el debut en la dirección de Simon Kinberg, que ya había participado como guionista y/o productor en siete aventuras previas de mutantes. La primera había sido X-Men: La batalla final (2006), en la que Wolverine mataba a Jean Grey/Dark Phoenix. Como se supone que los sucesos de X-Men: Días del futuro pasado (2014) alteraron la línea temporal y borraron lo ocurrido en esa batalla final, a Kinberg se le ocurrió volver a contar la historia del lado oscuro de Jean Grey.
Una idea que calza justo en el contexto del #MeToo y la ola feminista. Jean Grey (Sophie Turner, Sansa en Game of Thrones) es una mujer empoderada, a quien “hombres pequeños” la hicieron sentir débil. El mal está a cargo de una villana (Jessica Chastain), también súper poderosa, que hace destrozos sin abandonar sus tacos altos. “Acá las mujeres siempre salvan a los hombres. Tal vez podrías cambiar el nombre a X-Women”, le dice Raven al profesor Xavier al principio, como para que el aggiornamiento a los tiempos que corren quede claro.
Y, a fin de cuentas, el casillero de la corrección política es el único que termina cubierto. Todo lo demás falta, empezando por el entretenimiento. La historia tiene un tono solemne, con diálogos acartonados, por momentos telenovelescos. Las escenas de acción son previsibles y agregan tedio en el intento de que cada mutante luzca su propio poder. Y, en tren de no respetar la línea de tiempo, hay una decisión más que discutible sobre la suerte de uno de los personajes clave.
Casi todo en esta X-Men parece una mueca de tiempos mejores. Hasta las mímicas de Magneto, Jean Grey y Xavier moviendo objetos se ven un poco ridículas, como parodias de sí mismas. Es lo que pasa cuando se le intenta seguir sacando jugo a una fruta que ya fue exprimida.