Por muchas razones, es probable que este estreno sea olvidado rápidamente por el público, y tal vez la principal esté relacionada con la escasa difusión proveniente de los propios estudios que la produjeron. Escasa en relación a otros del mismo tenor de público al cual está dirigido, máxime tratándose de una de las franquicias importantes de este siglo como es la de X-Men.
En efecto, al haber sido Fox adquirida por Disney entre el año pasado y este 2019 las cosas van con un pie en el freno más que en el acelerador, y sin embargo el entretenimiento que supone “X-Men: dark Phoenix” cumple correctamente con su propósito: entretener. Es cierto que a los efectos de encastrar esta historia dentro de las vistas hasta ahora el guión de Simon Kinberg es algo errático en su coherencia. Es decir, la protagonista, la Jean (Sophie Turner) que vemos aquí es difícil de relacionar con aquella épica que terminaba sus días en “X-Men: la batalla final” (2006), en cuanto a la evolución del personaje porque recordemos: esta producción pertenece al mundo de la precuela iniciada en 2011. ¿Recuerda esa que empezaba con una panorámica de Villa Gesell en la cual se veía una montaña tipo Aconcagua? Bueno esta es la cuarta entrega luego de aquel exabrupto geográfico.
No obstante esto “X-Men: dark Phoenix” se las arregla para sobrevivir a los fanáticos que vayan con los cómics debajo del brazo a quejarse por faltantes o sobrantes en el universo de Marvel.
La historia comienza con una niña cuyos poderes mentales y sensoriales provoca un descalabro en el barrio acabando con la vida de sus padres en un accidente de ruta muy bien filmado. Quien sale al cruce de esto es nada menos que Charles Xavier (James McAvoy), siempre dispuesto a hacerle entender a los chicos que no deben avergonzarse de sus poderes. Tiempo después, en plena misión espacial de rescate, Jean es expuesta a un tremendo poder extraterrestre que no encuentra mejor lugar para alojarse que el cuerpo de la joven, sin saber que éste es el polo de atracción de una raza liderada por Vuk (Jessica Chastain) que intenta apoderarse del planeta. Será necesaria la intervención de amigos y enemigos para poder contrarrestar el ataque, así que Magneto (Michael Fassbender), autoexiliado en una comunidad seudo hippie que planta sus propias verduras, también será de la partida.
La dirección de Simon Kingberg trata de ir por el lugar recomendable en estos casos, que es el de balancear bien la acción con los momentos de transición y dramatismo de los personajes, manteniendo el ritmo narrativo en forma sostenida hasta llegar a un climax bien logrado. Por supuesto que lo concerniente a efectos visuales y sonoros alcanza un buen nivel técnico que acompaña la historia sin sobresalir.
Algo quedó claro en la franquicia de X-Men: sin Wolverine (y sin Hugh Jackman por carácter transitivo porque nadie lo puede hacer como él), no es lo mismo. La mitad del interés se lo llevaba su personaje y aquí se necesita como el agua con lo cual, vuelta al principio. Es todavía una incógnita que hará Disney ahora que tiene los derechos, pero una cosa es segura, por aceptable que sea “X-Men: dark Phoenix” seguramente no tomarán la posta desde aquí.