Una joven se convierte inadvertidamente en el ser más poderoso del Universo y sufre la última tentación, la del poder absoluto.
Las películas de los “X-Men”, esos personajes de Marvel que, por cuestiones comerciales, no estaban (hasta ahora…) entre las marcas que tiene Disney siempre fueron un poco aparte dentro del género “superhéroes”.
Detrás de ellos siempre aparece la cuestión de que estos mutantes despiertan más desconfianza que adhesión entre el resto de los humanos, y además aparece el “qué hacer”: aprovechar el poder para dominar a los no poderosos, aprovecharlo para ayudar. Esas tensiones siempre le dieron a esta serie un peso mayor que, por ejemplo, Avengers, que es puro espectáculo sin demasiados problemas morales.
En Dark Phoenix, que en más de un momento está mucho más cerca del cine de terror que del de aventuras (Jane, el personaje que ahora interpreta Sophie Turner, está más cerca de Carrie que de la Mujer Maravilla), estos problemas se llevan a un punto de quiebre, y la puesta en escena se hace cargo de lo complejo y terrible que es el tema: una joven se convierte inadvertidamente en el ser más poderoso del Universo y sufre la última tentación, la del poder absoluto.
(Te puede interesar: Joe Hill, el heredero de Stephen King)
Por supuesto que las secuencias de acción son muy buenas; también son bastante realistas. Pero lo más interesante es que lo verdaderamente realista, lo que genera conflicto, es lo que pasa dentro de los personajes, reflejado espectacularmente en sus poderes. Gran película, más rica en ideas de lo que parece.