Hace casi 20 años arrancó una de las franquicias más importantes en el subgénero de superhéroes y le dio nueva vida al mismo.
Gracias a X-Men se le dio luz verde a Spiderman (2002) y todo lo que siguió.
Dentro de la saga, ha habido obras maestras tal como Logan (2017), peliculones como X2 (2003) y bazofias de gran escala tal como fue la última entrada X-Men Apocalipsis (2016).
Y si bien aún no se ha confirmado, lo más probable es que este estreno sea la última de la franquicia como consecuencia de la venta de FOX hacia Disney. Por lo que ahora los personajes retornaron a Marvel y se espera que sea ese estudio el que relance el Universo Mutante en conjunto con su gran factoría de personajes.
Es en esa senda que duele un poco X-Men: Dark Phonix, porque es un final muy flojo para lo que significan estos héroes.
Apocalipsis había sido un desastre, y ésta pelea cabeza a cabeza por la puntuación más baja.
Casi que cometieron los mismos errores que en X-Men: The Last Stand (2006) pero de manera diferente. No doy detalles porque es spoiler.
Lo que si aclaro es que la historia está muy mal llevada, y Jean Grey sigue sin justicia en la pantalla. Amén de que se sintió muy fuerte la ausencia de Wolverine.
Lo cual trae a colación los grandes agujeros de guión en cuanto a continuidad de la franquicia, porque si bien es verdad de que a Logan no lo conocen formalmente hasta alrededor del año 2000 y este film transcurre en 1992, el desenlace no concuerda con lo establecido en el climax de X-Men: days of future past (2014).
De todos modos, eso es anecdótico. Acá los problemas más graves son la inconsistencia estructural y la pésima performance de todo el elenco. Aún los grandes actores tales como James McAvoy y Michael Fassbender parecen que están en otra, sin ganas de actuar allí.
Ni hablar de Sophie Turner. Todos amamos a Sansa Stark de Game of Thrones, pero sus habilidades interpretativas son muy cuestionables.
El director Simon Kinberg, de gran trayectoria como productor, pero operaprimista en esta oportunidad, no consigue sostener bien los hilos. Copia y pega el laburo de Bryan Singer pero mal. Se siente todo “a medio hacer”.
El resultado es un horrible sabor amargo a algo que no solo supo ser muy bueno, sino que también fue más que importante.