Mutantes en clave política
Disfrutable y olvidable, la nueva entrega de X-Men cumple lo que promete en materia de aventura y entretenimiento. La mesa está servida para los seguidores de la rendidora saga.
El dilema con las sagas o franquicias, o como se denominen, es exigirles más de aquello que proponen en cada una de las películas. Pero no sólo eso: el otro inconveniente del crítico no fanático es ubicarse o no en el mismo lugar que los defensores a ultranza de una saga. Más aun, los fanatismos (ojo, el crítico también los tiene) son peligrosos, pero también, placenteros. Dicho esto, los seguidores incondicionales de los X-Men, seguramente, encontrarán el Santo Grial en esta otra vuelta al pasado de la franquicia, ahora ubicada en los años '70, a comienzos de la década, donde Logan/Wolverine es enviado para impedir un hecho político clave de esa época. La saga construyó a través de los años un grupo de films donde se concilian la aventura, el romance, el heroísmo, los poderes que ostentan los personajes, el bien, el mal, el destino, la Historia (con mayúscula) y, más que nada, el afán de entretener con la mejor calidad, olvidando la cantidad de dólares invertidos y la necesidad de recuperar el dinero para seguir interminablemente con las historias. X-Men: Días del futuro pasado (título poético) entretiene desde que empieza hasta que termina, sin necesidad de estar "muy arriba" todo el tiempo a través de peleas, efectos especiales de última generación y adrenalina pura volcada al vacío. Los personajes de siempre están, en el presente y en el pasado, en tanto las disquisiciones sobre el futuro de la humanidad son pequeñas pinceladas que jamás caen en el exceso de importancia al que recurren otros títulos similares. No hay apelaciones a un mundo mejor ni invocaciones a la estética "new age" que ha embarrado los films procedentes de Marvel de los últimos años. Hay humor, como siempre en la saga, pero este funciona mucho mejor desde el absorto rostro de Logan en los años '70, descubriendo un paisaje totalmente ajeno. Los chistes tienen su impacto, bien lejos de la solemnidad, momentos en que la película dispara gags sobre los turbulentos años '60 y '70 en Estados Unidos, Vietnam y Nixon incluidos. Hay un atractivo uso del ralentí, que provoca una particular extrañeza al ver a los héroes filmados de esta manera. También, la película deja espacio a un par de buenos trabajos (James McAvoy, Fassbender), uno más que relevante (el "bajito" Peter Dinklage como el Dr. Bolívar Trask), en oposición a los personajes femeninos, un tanto diluidos dentro de la trama. Por lo tanto, la mesa está servida para los fanáticos de los X-Men y del consumo de la franquicia Marvel. Y entonces ¿es una buena película? Sí, disfrutable pero también olvidable, también original y reiterativa. X-Men: Días del futuro pasado es lo que es, nada más y menos que eso.