Tras el estreno de X-Men: The Last Stand (2006), la franquicia de los mutantes parecía liquidada. Las decisiones de Brett Ratner y su guionista Simon Kinberg no solo habían dado como resultado la peor película dentro de una trilogía que había ayudado a revitalizar el cine de superhéroes, sino que en términos argumentales dejaba a un equipo diezmado, sin mucha posibilidad de continuar el camino hacia adelante a pesar de que se dejaban pistas para una continuación. La única dirección en la que se podía ir era hacia atrás y se lo hizo con la pobre X-Men Origins: Wolverine, que bien pudo haber dado el golpe de gracia.
Fue la entrada en escena de Matthew Vaughn (Kick-Ass) la que generó el primer cambio positivo en mucho tiempo, retrotrayéndose al pasado de todos los personajes –no de solo uno-, desarrollando el origen de un enfrentamiento que se extendería a lo largo de las décadas, planteando una serie de líneas argumentales ricas y fuertes como para seguir siendo trabajadas y con un notable acierto a la hora de elegir a los actores que encarnarían a sus personajes. Con eso en mente, Bryan Singer –que nunca se alejó del todo ya que permaneció como productor- puede llevar a cabo una de las mejores películas de los conocidos personajes, una "inbetwequel" que va en todas direcciones, hacia adelante, hacia atrás y hacia los costados.
En los meses previos al estreno, el principal cuestionamiento tenía que ver con la cantidad de incorporaciones que el director había hecho a su elenco. La batalla al estilo videojuego de The Last Stand todavía era una posibilidad concreta y que el realizador convocara a dos docenas de figuras, era preocupante. X-Men: Days of Future Past tiene el buen tino de aprender de los errores del pasado en más de un sentido. En términos de personajes, se concentra en un puñado: los que más rédito le han dado a la franquicia. Novedades y viejos conocidos tienen su tiempo de cámara, el mínimo capaz de justificar los llamados. No se los extraña, sin embargo, dado que por escaso que sea, su momento es de brillo. Y porque el realizador pone el foco en las cinco figuras rentables que representan los jóvenes Xavier, Magneto, Mystique y Bestia, así como el eterno Wolverine. Con ellos al frente, hay un mundo de posibilidades en materia argumental. Y la incorporación del gran Peter Dinklage a la escena, decanta las opciones en favor de una.
La mayor parte de la acción tiene lugar en 1973, más de una década después de los eventos de X-Men: First Class. Ese salto hacia adelante permite justificar los caminos más oscuros en los que se encuentra cada uno de sus protagonistas, sin tanta necesidad de ahondar en los pormenores. Un Magneto encarcelado, una Mystique con furia asesina, un Charles Xavier que ha perdido la voluntad y la esperanza de seguir, el futuro de los mutantes es verdaderamente negro, pero su pasado presenta conflictos internos serios, más ricos como para ser explorados en pantalla. A pesar de la gran cantidad de personajes originales de los cómics que hay frente a cámaras, la realidad es que la película goza de la economía de mutantes. Sí, hay cameos varios y participaciones en diferentes niveles, pero el concentrarse en sus cuatro figuras –Bestia está más bien relegado y no tiene los problemas de la primera- lleva a que la película funcione en un ambiente controlado y manejable, aún cuando trabaja sobre múltiples líneas temporales.
Si bien se trató de una precuela, la película del 2011 relanzó la franquicia. Days of Future Past sigue esa misma tendencia pero, al involucrarse con el futuro de los personajes, inevitablemente se percibe como un reboot encubierto. Ocurre que apenas años después de llevar la franquicia hacia un terreno cenagoso, Kinberg tiene la posibilidad de reescribir sus propios errores. Si lo logra o no, es otra cuestión, dado que tanto él como Singer esperan que el público sea capaz de ignorar algunos huecos que quedarán en una historia que no tiene la capacidad de regenerarse fácilmente.
Al igual que First Class, esta logra canalizar aquellos elementos que hoy hacen a las mejores películas de superhéroes. Las primeras que dirigió Singer eran producciones logradas que no terminaban de desarrollar los conflictos patentes de los mutantes, The Last Stand era básicamente una gran pelea y la The Wolverine que realizó James Mangold explotaba los aspectos carentes en las otras en desmedro de la espectacularidad de los combates. Days of Future Past tiene el drama interno, el conflicto social y las notables interpretaciones de James McAvoy –hace años que viene estirando sus músculos como para sacar el mayor jugo de un papel como este-, de un Michael Fassbender que se consagra a cada paso y una Jennifer Lawrence cuyo status de estrella mundial le consigue a Mystique ser uno de los principales focos de atención, cuando en la primera trilogía era solo una mano derecha. También posee las grandes secuencias de acción –la del cuestionado Quicksilver es genial, resaltando el aspecto caper de la producción- dentro de lo que es una suerte de thriller a escala mundial que no deja que la intensidad disminuya o que la tensión se rompa.
A casi 15 años de su primera película, Bryan Singer demuestra un importante crecimiento dentro de un género que ayudó a refundar y que apenas un lustro después parecía no entender con Superman Returns. La entrada en la madurez no es solo cuestión del grupo de personajes que acaba de salir de una institución educativa, sino que esto se refleja tanto en el realizador –que desde hace tiempo que no hacía una película realmente buena- como en la saga. Y por ello Days of Future Past es, indiscutiblemente, una de las mejores.