La nueva película de la saga X-Men y su divertido juego de palabras Días del Futuro Pasado (o Days of Future Past en idioma original) resultaba un enigma. La idea, los pósters y la información que se venía entregando sonaba a rejunte, a una suma de personajes con la excusa del viaje temporal.
Pero lo que entrega Días del Futuro Pasado no resulta una inútil promiscuidad de viajes temporales y personajes de la franquicia. Está bien. Lo del viaje temporal está tirado de los pelos. La justificación de rebobinar la cabeza del bueno de Wolverine (el gran Hugh Jackman) mediante un “poder” que nunca se explica de parte de Kitty Pryde (Ellen Page) es endeble. Pero después de todo, el Profesor Xavier (Patrick Stewart) había explotado en la tercera X-Men, tampoco es para ponerse tan pretenciosos.
La idea de descontrol temporal que podía presentarse (estilo Volver al Futuro Parte II) no lo es tanto. Más bien estamos ante la primer parte de Volver al Futuro. En este caso los mutantes son Marty McFly, y para un mejor futuro, sus padres deben besarse en el baile del encanto bajo el océano. O bueno, algo así. Acá los que deben bailar pegados una canción romántica son el trío de jóvenes Xavier (James McAvoy), Magneto (Michael Fassbender) y Raven/Mystique (Jennifer Lawrence) para impedir que Bolivar Trask (Peter Dinklage de la serie Game of Thrones) no construya unos robots-gigantes-destruye-mutantes.
La historia arranca en un futuro distópico donde la civilización está contra las cuerdas por culpa de unos centinelas (esos robots de los que hablaba) que tienen la capacidad de adaptarse a cualquier poder mutante. De ese futuro que huele a final de especie, el viaje nos lleva los ’70. Con ese retroceso temporal la saga principal de X-Men (la de Tormenta, Wolverine y los viejos Magneto y Xavier) se conecta con la X-Men: Primera Generación del 2011. Porque Días del Futuro Pasado es una secuela de la Primera Generación a la vez que un reinicio de la franquicia. Parece que es hora de pasar la antorcha, y aunque esté el irrompible Hugh Jackman como Wolverine (que difícil va a ser reemplazarlo) atravesando toda la saga, es hora de borrón y cuenta nueva.
La película luego del salto temporal se queda (casi hasta el final) en los ’70. El guión aprovecha esa época para meterle humor y resignificar algunos turbulentos acontecimientos de ese tiempo. El proyecto de los Centinelas está en ciernes, y ellos deben cortar el proyecto de raíz. Su creador, Bolivar Trask, es el enemigo a vencer, aunque la realidad que la batalla es la misma de toda la saga, paz o guerra entre el humano y el mutante.
El director Bryan Singer elije (sabiamente) ocuparse de sus personajes.
Aunque el comienzo de la película nos inyecte acción apocalíptica, la historia va a decantar hacia el lado humano (con poderes), los conflictos y relaciones cruzadas. El triangulo Xavier-Magneto-Mystique es el corazón de la película. Tanto porque Mystique juega un papel fundamental en el desarrollo de la historia como porque sobre ellos es que nosotros vamos a empatizar con el relato. El Magneto de Fassbender es siempre un oscuro enigma, su solemnidad y enfado es utilizada como elemento de tensión. La fragilidad de Xavier (muy bien llevado por McAvoy) sirve para la incertidumbre de la misión a cumplir. Y la ganadora del Oscar Jennifer Lawrence finalmente muestra su talento y se despega de aquella apática primera intervención en la saga. Después Bestia (Nicholas Hoult) es un mero lazarillo de Xavier, un personaje de poca trascendencia. Y Wolverine es Wolverine, facha y carisma, de taquito llevado por Jackman. La muy comentada aparición de Quicksilver (Evan Peters) es fugaz pero paga cada minuto en pantalla, es quizás, de lo mejor de la película. Una pena que no se explote más su personaje. Su insolencia le hubiera venido bien como descongestionante de tanta angustia mutante.
X-Men: Días del Futro Pasado resulta de lo mejor de la franquicia, y con la mera excusa del viaje temporal, Singer y su troupe logran revitalizar la saga a la vez que reiniciar el mundo mutante. Y por la escena tras los créditos, uno sabe que falta mucho camino (mutante) por recorrer.