Y así comenzó todo: el profesor Charles Xavier alguna vez fue joven (hasta tuvo pelo), ambicioso y visionario, y sus colegas fueron antes grandes amigos y enemigos, traiciones y desamores mediante.
Mystique, la azulada femme fatale que cautivó con su peculiar color de piel en tiempos pre-Avatar, alguna vez sirvió a otro amo, y éste otro amo y Lord a la vez no siempre estuvo de la vereda de enfrente.
Todo tiempo pasado fue mejor, en fin, y gracias a ello X-Men: Primera Generación se sostiene por sí sola, permitiendo olvidar -afortunadamente- que los hechos ocurridos en una precuela naturalmente anteceden a los posteriores en los siguientes capítulos de la saga, inclusive aquellos que menos cierran (la tercera parte y Wolverine: Origins, concretamente). Bryan Singer no dirige, pero sí produce y escribe buena parte de la historia, y la diferencia con Brett Ratner se nota. Aquí detrás de cámara se encuentra Matthew Vaughn, esa joven promesa responsable de Kick-Ass y Stardust, y el reparto actoral se renueva por completo: James McAvoy es el joven Xavier, Michael Fassbender interpreta a Magneto (que crecerá hasta convertirse en Ian McKellen), y la sufrida muchacha que se ocupaba de su decadente familia en la nominada al Oscar Winter Bone, Jennifer Lawrence, encarna a la seductora Mystique, a pesar de todo, un personaje infinitas veces menos acomplejado que el anterior.
Pero como sabido es que la talla del héroe se mide en cuanto a la calidad del villano, y en este caso particular la talla de por sí debería ser XL, puesto que los héroes son varios, el mérito de que la necesaria amenaza antagonista se sostenga recae en la labor de Kevin Bacon, quien demuestra una vez más ser todo un experto en el tema.
La historia comienza con un flashback (uno ya conocido por quienes recuerden la primera parte de la saga), y se adelanta luego a tiempos igualmente pretéritos: el contexto bajo el cual X-Men: Primera Generación se desenvuelve, tiene como telón de fondo la Guerra Fría, y lejos de resultar anecdótico los conflictos de las potencias nucleares juegan un importante rol en la trama.
Con ingenio, un inteligente guión y personajes correctamente delineados, esta primera generación se diferencia gratamente de la última que se vio allá por el año 2006, y aunque no sorprende demasiado recupera sí un aire fresco que la franquicia andaba necesitando. Habiendo costado 160 millones de dólares, queda entonces una sóla pregunta flotando: ¿cómo pueden los productores confundir Villa Gesell con Bariloche?