Cada tanto vuelve nuestro amigo, el calvo forzudo Vin Diesel, a poner el pie a fondo en el acelerador, sea con autos sea como esta especie de superhéroe del deporte extremo que se dedica a deshacer entuertos por pura diversión. A veces le sale bien, a veces más o menos. En este caso, está bien: como siempre hay una amenaza global, un apocalipsis a punto de desatarse, villanos malísimos y una trama que sostiene grandes momentos de acción, de esos en los que los actores y el realizador tratan de ver cómo divertir aún más al espectador. En esta película hay algo de la vieja tradición del circo, dado que lo que nos importa es la acrobacia (y que la piña la ligue el que la merece) y si en algunos momentos la saturación de lugares comunes da la impresión de pereza, las ganas del elenco de compartir el juego pasa por encima de las taras. Diversión pura y dura.